Yacía dormida en el tronco hueco de un árbol, su pequeño cuerpo
arropado por hojas, por flores. Balbuceó, se desperezó. No recordaba quién era.
¿Era? No recordaba nada, ni el pasado, ni su nombre, nada. Recordaba el tacto
cálido del líquido, el sabor dulzón, el vaivén, flotando, acunada por el latido
de un corazón. Después nada, un vacío inmenso.
Recordaba una voz transmitida por la columna vertebral, que
le cantaba, le contaba cuentos. Pero nunca la nombraba. No tienes nombre, le
solía decir, porque si te nombro y te desvaneces luego duele más, luego es
insoportable. Recordaba cómo se llamaba la que sí tuvo nombre. Y todavía notaba
el tono quebrado y áspero en su voz cuando pronunciaba esas 5 sencillas letras.
No, tú no tendrás nombre. Cuando seas, cuando te vea real, respirando, entonces
te llamaré. Entonces te contaré el secreto de cómo te llamaré, entonces sabrás
cómo suena tu nombre en mi voz. Nadie te nombrará nunca con el mismo amor.
No recordaba nada más. Hacía frío en el hueco de aquel
árbol, en la umbría de una montaña. Salió gateando, con las flores
acariciándole las rodillas, y sintió el aroma que desprendían. Flores y hierba
recién cortada. A eso olía el tronco hueco de su árbol. Y entonces se preguntó
a qué olería aquella voz, porque sólo conocía su olor por dentro. ¿Oleremos igual por fuera? ¿El aroma será el mismo? Algo le decía que no, intuía que no. Pero aun así creía que
podría reconocer a aquella voz por su
aroma si alguna vez se cruzaba con ella.
Comenzó a caminar colina arriba, primero con pasos pequeños,
titubeantes, después más decidida. Cuando llegó a lo alto de la pequeña colina
vio a una anciana. Y se acercó para percibir su aroma. No soy yo la que buscas,
le dijo la anciana, con la piel curtida por mil años de viento y tempestades.
Su voz sonaba débil, un poco quejumbrosa. No, no era su voz, eso estaba claro.
¿Sabes a quién busco? Claro, llevo años esperándote, aguardando a que te
decidieses a despertar. Te has hecho de rogar. Pero ella te estará esperando,
lo sé. Sólo tienes que hallarla. Te esperó mucho tiempo al pie de esta colina,
junto al árbol hueco. Pero no querías despertar, y todos perdieron la fe. Ella
no, pero con palabras amables se la llevaron. Creo que la tomaron por loca. Ve
a buscarla, tienes que confirmarle que tenía razón, rescatarla. Besó a la anciana y se
alejó. Corría colina abajo, dirigiéndose a un pequeño riachuelo que divisó
desde lo alto.
A la orilla del riachuelo había sentado un hombre. Ella
sabía que la voz que buscaba no era la suya, pero aun así quiso escuchar la que
escondía aquella espalda ancha, un poco curvada por el trabajo. Quiso percibir
su aroma. Se acercó, y le dijo “sé que tú no eres quién busco. ¿Me conoces?
¿Sabes algo de mi?”. No, no sé nada de ti, sólo que ella te esperaba. Me dijo
que estabas dormida, pero no la creí. Creí que tú también estabas muerta, como
aquella pequeña que sí tenía nombre. No la creí, ¿cómo pude no creerla? Se la
llevaron más allá de aquellas montañas. Aun la echo de menos. Cuando reía su
risa lo inundaba todo, reía con todo su cuerpo, y la risa se transmitía al
tuyo, y no podías evitar reir con ella. ¿Cómo pude no creerla?
Besó al hombre, que lloraba desconsolado, como sólo lloran
las personas que no acostumbran a llorar, con una mezcla de tristeza y
vergüenza. Y su llanto iba llenando el
riachuelo, ahora río caudaloso.
Se alejó con paso firme hacia las montañas. A lo lejos se
veía un bosque. En los primeros árboles, apoyada en el tronco, había una mujer
aun joven, que se peinaba los cabellos largos, de un castaño brillante. Cantaba
canciones tristes con su voz desgarrada. ¿Sería ella la que buscaba? La voz era
parecida, pero infinitamente más triste, más profunda. Se acercó asustada,
impaciente. Al verla la mujer dejó de peinarse el cabello, y la miró con unos
ojos verdes tan tristes que sintió ganas de llorar. Sabía que vendrías, le dijo. Nadie
más nos creyó. A ella se la llevaron, diciendo que estaba desquiciada, que
nunca despertarías, y por eso la tristeza lo había llenado todo. A mi me
dejaron porque le prometí que te esperaría, para acompañarte, para cuidarte.
Pataleé, grité, arañé, y hasta fingí que creía tu muerte. Al final me dieron
por perdida y me dejaron aquí, peinándome los cabellos.
La abrazó, la tomó del brazo y empezó a caminar con ella.
Ella estaba un poco aturdida, no sabía si debía negarse, pero no supo cómo. Así
que caminó de su brazo, mientras ella iba destejiendo historias de aquella voz
que le llegaba como en una caja de resonancia, amplificada, más grave
seguramente. Contaba historias larguísimas, llenas de detalles intrascendentes,
y ella descubrió que le gustaba perderse en la belleza auténtica de aquellos
detalles.
Caminaron durante horas, o un par de minutos, no lo sabía
con seguridad. Llegó la noche y se marchó, y no sentía cansancio, ni sed, ni
hambre. El tiempo aquí es distinto, le dijo la mujer castaña. No se rige por
las mismas normas que en cualquier otro lugar. Aquí hay días que duran un
suspiro, y otros que son eternos. Como en cualquier sitio, supongo, solo que
nosotros respetamos su duración real, ajenos al reloj.
Cuando se dio cuenta habían llegado al final del bosque. Ante
ellas se presentaba una montaña altísima, inaccesible.
Apoyado en una roca encontraron al hombre. Era más joven que
el primero, y su cara reflejaba hastío por el sufrimiento, por el dolor
contenido. No pude acompañarla más allá. Pero me dejó esta cuerda. Está hecha
de esperanza. Os ayudará a escalar la montaña si estais decididas a ello.
Cogieron la cuerda, bebieron agua de una pequeña fuente y
continuaron el camino. Con aquella cuerda todo parecía más fácil, todo parecía
posible. Cuando llegaron a la cumbre, les pareció que el esfuerzo no había sido
tan insoportable como lo suponían, y que había valido la pena.
Descendieron con destreza, y al pie de la montaña
encontraron una pequeña casa que irradiaba luz por las ventanas, y por la
puerta entreabierta. Se acercaron y percibió un aroma, distinto por completo a
aquel que recordaba, pero idéntico al mismo tiempo. En la puerta había una
mujer. ¡Habeis venido! Se alegrará de veros. Estaba segura de que llegaríais.
No atendió a nadie cuando le decían que no sabríais llegar. No entro porque no
soporto su luz. En realidad casi nadie la soporta. Es demasiado bella,
demasiado luminosa. Tanto que duele.
Entraron y aquella mujer bella, luminosa, las abrazó con
lágrimas en los ojos. Y cuando habló, ella notó la voz recorriendo su columna
vertebral, llegando a cada órgano, y la escuchó con todo su ser. Tanto amor,
tanta dulzura no cabrían en ninguna letra. Hay historias que es mejor no
encerrarlas, no encorsetarlas al verbalizarlas.
¿Y le dijo su nombre? Claro, claro que le dijo su nombre. Y
era igual al mio.
Me he vuelto a sentir pequeño.
ResponderEliminar:)
Te aplaudo.
Ahora dame de merendar.
Besos.
Me has hecho sonreir.Ven aquí peque. Ahora mismo te hago un bocata. De nocilla te gusta (es uno de los placeres que he recuperado con la maternidad)? Luego un zumo de naranja que estamos en época de resfriados.
EliminarUn beso. Y gracias por la sonrisa :)
Deberías explotar más la capacidad que tienes de utilizar tu imaginación para contar historias. Pero no me hagas caso, te lo dice un hombre-castaña. :-)
ResponderEliminarPor otra parte, con Els Pets me quedé en Tarragona m'esborrona (o algo así). Veo que han mejorado un montón desde entonces, la canción me ha gustado mucho.
Te mando besosmuchos y espero que mañana tengas un buen día, aunque sea un paréntesis, y que ese paréntesis lo multipliques y lo alargues cada días más.
:-)
Qué deseo más chulo! Gracias. Yo te deseo kilos de cosas buenas.
EliminarHombre-castaña? De las de asar o de las heladas? Da igual, me gustan las dos. Gracias, valoro mucho tu opinión. Lo intentaré.
Estos días he escrito mucho, pero sobre cosas como una ducha o bucear, juas.
Me encanta esta canción por razones obvias. No hay muchas canciones con mi nombre. Me escribieron una, pero ni se grabó ni es conocida, jajaja. Esta mola, otras de ellos...
Besosmuchos patí.
Ya te digo que eres muy linda.
ResponderEliminarBisous, mon petit chou.
Ay, pero qué cosas más bonitas me dices. Menos mal que no me puedes ver, porque seguro que me he puesto colorada.
EliminarKüsse!
La esperanza te marca tu camino, pero hay que mover las piernas...
ResponderEliminarUn beso.
Cierto, pero con esperanza es infinitamente más fácil mover las piernas, no?
EliminarUn beso.
Que bonito, que bonito… ;)
ResponderEliminarGracias, gracias XD
EliminarUn beso.
Esos reencuentros merecen la pena todos los esfuerzos y todo el camino recurrido, aunque sea difícil y angustioso en algunas ocasiones. Lo importante es el final feliz y lo aprendido durante el trayecto. Muy muy bonito, Nuri. Me ha gustado mucho el cuento.
ResponderEliminarUn beso fuerte
Esos reencuentros, Novi, son lo mejor, los que hacen que todo valga la pena. Y el camino a veces es durisimo, pero como dices, siempre se puede aprender.
EliminarNo sabes cómo me gusta que te guste. Me daba un poco de miedo colgarla.
Un abrazo grande, y un beso aún más grande.
Es un texto bello.
ResponderEliminarTardamos media vida en descubrir que el único viaje posible acaba en nosotros mismos, en nuestra versión mejorada.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Me encanta tu comentario!
EliminarA veces se es más feliz en la búsqueda de la felicidad que cuando la alcanzas. Tal vez porque la felicidad está en esas cosas que aprendes, en el camino, en las cosas bellas (y las no tan bellas) que conforman el viaje. Me gusta lo que extraes.
Besos!
Precioso... un cuento lleno de simbolismos, lleno de ti...
ResponderEliminares fantástico ese vuelo con imaginación (hay días tan reales verdad?)
Besos abisales
Creo que es de las cosas más mias que he escrito. Me alegra que te parezca precioso.
EliminarHay días demasiado reales, sí.
Besos guapa!
¡¡Eras tú de bebé, mi NURIETA!! ¡¡eras tú en el vientre de tu madre!! así empieza esta preciosidad que has escrito... al menos a mi me lo ha parecido Mmmmm ¡¡qué bonito!! Era tu madre quien no te nombraba antes de nacer, era a ella a quien le asustaba mencionar tus cinco mágicas letras por si no llegabas a nacer y después... y después....
ResponderEliminarLa vida.. el caminar, tú caminar, el de ella, el de todos, todos buscando... subiendo, trepando... arriba, un poquito más y oootro poquito...siempre hay cuerdas que nos amarren a la esperanza, solo hay que querer amarrarse a ella...y sí, algún día llegarás a tu ÍTACA :-)
¿Sabes? ya echaba de menos volver a casa... a tu casa, preciosa. He rodado tanto en estos días que no sé si "estrellicé" o es que veo estrellas aun girando al rededor de mi cabeza jajaja.. Mmmmm Home sweet home:-)
Montones uaaaaaaaakksss verdes, azules y de todos los colores...
Recién llegados del hiperespacio directamente para ti :-)
jajajaja Muaaaaaaaaaaaaaaaaksss con M, con cariño, con M de muuucho cariño:-)
ResponderEliminarjajaja soy yo la del Muaaaaaaksss jajaja se me borró la cara... debe ser que me llaman de Marte y hay interferencias :-)
ResponderEliminarCasi!!! Te has acercado tanto... Ni te imaginas cuánto. Pero es la historia de otra Nuria. Yo soy (es un secreto) la loca que se peina sin parar. Es la historia de un nacimiento, y cada personaje es alguien de mi vida, o cómo los sentía yo en ese momento. Otro secreto? He tardado casi 9 años en atreverme a escribir esto.
EliminarMe encanta Ítaca!!! Gracias marciana mia.
Cómo me gusta tenerte de vuelta, así, llena de estrellas.
Besos!! Con estrellas, de colores, y con aroma a cosas ricas.
Pd: cómo me conoces...
Tener sueños así es sólo comparable a vivir rodeado de brisa fresca en el más infernal de los veranos.
ResponderEliminarDe verdad, un lindo texto.
Bs.
Suena bien. Aquí los inviernos son suaves, pero los veranos son infernales, pegajosos. Me gusta la imagen que me has traido.
EliminarDe verdad, gracias.
Besos.
Lo mismo que María pensaba que nos contabas tu vida desde que estabas en el vientre hasta el nacimiento, :)
ResponderEliminarPero ya te he leido que es otra Nuria, quizás tu hija o sobrina?
La historia está muy bien,por momentos se acerca a una leyenda. Y se sigue bien una trayectoría que va uniendo todo el escrito.
Besos.
Es mi sobrina. Yo no le hubiese puesto mi nombre a mi hija, no sé, es ... bueno, manias. Pero mi hermana sí quiso ponérselo.
EliminarUna leyenda... me gusta.
Gracias, y besos.
Entrañable historia, muy bonita, de verdad. ¡Y cómo te lo has currado! se te da genial escribir historias largas. Gracias por hacernos disfrutar de esa manera ;-) Besos guapetona.
ResponderEliminarPensaba que nadie la aguantaría hasta el final!! Jajajaa. A veces me enrollo, y las historias salen largas. COmo la castaña que se peinaba el cabello, me pierdo en los detalles sin importancia.
EliminarGracias a ti por decirme esas cosas!! A mi también me gusta verte por aquí.
Besos guapa!!
Bien, espero que aprecies mi sinceridad.
ResponderEliminarNo me gustan las historias o peliculas de fantasía. No me gustan ni "El señor de los anillos" ni "Harry Potter" ni pelis de ese palo (sólo me gusta "Willow"). Y soy un apasionado entusiasta de los poemas breves, brevísimos.
Partiendo de esa premisa, me gusta lo que dices en tu cuento y cómo lo dices.
Siempre aprecio la sinceridad, la tuya aun más. Y si te he pedido que lo leas es porque la aprecio, y ya sabes que las críticas constructivas me sirven.
ResponderEliminarGracias por leerlo aunque sea largo.
Willow? Menos mal!! Es genial! La volví a ver hace unos días.
A veces me extiendo. Me pierden los detalles. Me gusta la gente con capacidad de sintetizar, de decir mucho con poco porque yo soy incapaz.
Un besazo sincero. Y gracias.