jueves, 16 de mayo de 2013
Capítulo 31 (Cara B) - Once vigas (mi borrador)
Estaba obsesionada con aquel cuento. Creí que de verdad podría encontrarme, ver las cosas bellas que me esperaban mirando a los espejos. Sonaba real cuando Alicia lo decía. La última vez que Alicia me lo contó fue una tarde de verano. Mi madre insistía en que durmiésemos la siesta, aunque Alicia se quedase en nuestra casa. Afuera se escuchaban las cigarras en el patio, y el calor era pegajoso e insoportable. Yo, incapaz de dormir sabiendo que Alicia estaba despierta, siempre despierta,me acerqué a la cama dónde pasaba el tiempo tumbada mirando al techo. Me tumbé a su lado y le pregunté qué hacía. Contar las vigas del techo, contestó. Once, hay once vigas, once opciones. Son demasiadas, susurró. Creo que pensó que no la escucharía, o no entendería. Mil veces había contado aquellas mismas vigas, once putas opciones para morir. O muy pocas, contesté. A veces necesitas más de once veces para reunir el valor y hacerlo de verdad. Me miró a los ojos, sorprendida. Creo que pudo ver la muerte allí al fondo. Me cogió de la mano, un poco asustada, nerviosa pensando que podía leer sus pensamientos. Tal vez sólo nos parecíamos más de lo que quería reconocer. Le pedí que me contase de nuevo aquel cuento. Empezó a hablar y el cuento fue surgiendo solo, no parecía que ella interviniese, mientras yo apretaba cada vez más fuerte su mano. Estaba emocionada, no podía evitar temblar un poco. Sólo esperaba que no notase mi respiración agitada, mi temblor excitado. Sentir su aroma, su calor, su mano cálida apretada sobre mi mano helada… Hubiese podido morir en ese instante. Hubiese debido morir en ese instante, feliz, mientras su voz me envolvía.
Alicia vino un día a casa. Estoy sola, le dije, pasa. Toma, te he traido esto, cuando lo vi me acordé de ti. Y puso algo en mi mano. Abrí la palma y miré el camafeo que había en ella. No creía lo que veía. Al abrirlo y ver los dos espejos, sonreí mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Me contó que lo había encontrado en un mercadito en el puesto de un viejo huraño. En su interior dos niños miraban con ojos de muerte, desde otro siglo. Siempre le dieron miedo las fotos antiguas, dijo, caras vacías, sin gestos, sin sonrisas forzadas, mirando solemnes a la cámara. Es como ver rostros sin ojos, sin expresión, susurró. Arrancó las fotos, y las sustituyó por una pegatina que parecía un espejo. Al terminar, el camafeo parecía aquel del cuento, con dos pequeños espejos. Me acerqué, quería abrazarla, decirle que quería abrazarla para siempre, que ella lo era todo, que cuando estaba cerca no podía pensar, y notaba cómo me recorrían miles de hormigas. Pero no pude, no pude. No podía hablar, no podía evitar mirarle los labios, y querer vivir en ellos. La besé, el beso más dulce que he dado nunca. Mi primer beso. Alicia me puso el camafeo alrededor del cuello, levantó mi pelo, me lo abrochó, mientras sus dedos nerviosos rozaban mi nuca, estaba tan excitada. La abracé,… Y entonces llegó María. Nos separamos nerviosas, incómodas de repente. Nunca hablamos de ello, nunca volví a sentir aquella intimidad, aquella conexión. No me volví a quitar el camafeo, jamás.
Peter me obligó a quitármelo. Había soportado todo. Había aceptado todo. Eso no. Supliqué. Lloré. No sirvió de nada. Tuve que hacerlo. Él me obligó.
Entonces la encontré. Era perfecta. Su pelo largo y castaño, sus ojos de ese verde extraño, con matices marrones. Ojos tristes. Cuando la besé tembló, fue genial. Pero no era ella. Nunca era ella. Daba igual lo que dijesen sus ojos. Cuando habló con la policía me dio un día. Un día más. Nuestro aniversario será un poco antes. Un día antes, sonrió. Y yo le devolví la sonrisa. Pero no era ella.
Cuando llegué a Madrid me llevó a un hospital. Necesitaba tiempo. Un poco más de tiempo, para poner mis ideas en orden. Natalia… Natalia me trató tan bien. Ella me entendió. Mario me llevó al mar, a apenas 2 kilómetros de mi casa.Nunca supo lo cerca que estuvo de hacerme feliz. Nunca lo sabrá. Aquel viaje, la música, sus explicaciones, su voz, su voz...
Alicia me busca. La he visto, he visto cómo se reunía con María. El mismo hormigueo, las mismas ganas de abrazarla…
Alicia:
Miguel ha encontrado a la coartada de Ana. Cuando ha abierto la puerta, le he escuchado musitar desconcertado: ¿Alicia? Estoy aquí, he contestado. Entonces he salido al pasillo y la he visto. Ha sido extraño, sus ojos, mis ojos, el color del pelo,… Cuando Miguel ha abierto se ha quedado impresionado. No me extraña.
Ángela ha sonreído al verme, como si me conociese, como si todo cobrase sentido. Era una sonrisa amarga, triste. Me ha utilizado, sólo he sido eso, alguien útil, alguien prescindible, ha susurrado. Conoció a Ana en Londres. Ana siempre le había atraído, y ella veía cómo la observaba, como si mirase a un fantasma, como si ella fuese única. Cuando se acercó a ella aquel día parecía perdida. la abrazó, temblaba. Pensé que era ella, que era ELLA, que sería para siempre. ¿Has sentido alguna vez eso? Joder, ¿cómo pude creer que alguien como ella…? Me pidió un día más, sólo eso. Le hubiese dado mil años. Aun se los daría. Pero supongo que ella sólo quería ese puto día, sólo eso. No era yo, no era a mi a quien abrazaba. Sólo un puto día, sólo eso. ¿Sabes lo mejor? ¿Sabes lo más triste? Que se lo volvería a dar. No voy a retractarme. No lo haré. Que se quede ese maldito día. Por lo menos me recordará por algo. Al menos fui yo la que le regaló la libertad.
No te lo había dicho porque me daba la risa al leerlo, pero al entrar ANGÉLA en escena ya... no puedo aguantarme ¿sabes cómo se llaman mis dos hermanas de verdad? o sea, en la realidad... ANA y ÁNGELA ¿tienes telepatía?:-)
ResponderEliminarBueno... a parte de esto, me ha encantado... hay algo que no termino de pillar pero lo haré, supongo...
Mil besos para hoy y... mil más para mañana.
Muaaaaaaaaakkss!! bonita.
Hay ciertos problemas logísticos cuando escribes a cuatro manos que son fácilmente solucionables si hay comunicación, respeto y el “editor” no se obceca en imponer su criterio. Este es el primer borrador del capitulo 31 que me envió Nuria y que yo obvié en pos de seguir unas ideas propias sobre el personaje de Ana. Por lo cual, en un intento torpe de disculpa, publicamos también está versión –añadida a la oficial-, para que al menos quede constancia de como quería plantear el capítulo y que ideas y matices se han perdido con mi decisión.
ResponderEliminarBesos musa, no te enfades, soy un capullo adorable ;)