Hace un par de días estuve a punto de estrellarme contra otro coche. El otro vehículo se incorporó a mi carril sin verme, y yo tuve suerte de que por el carril de mi derecha no venía nadie, y buenos reflejos. Por la cara de susto y perplejidad del conductor me di cuenta de que era culpa del maldito ángulo muerto. No le puedo culpar, a mi también me ha pasado alguna vez.
Ese ángulo es el que hace que no veas algo que evidentemente se está acercando.
Lo peor es que ese puto ángulo muerto también me ocurre a veces en la vida "extravehicular", si es que esa palabra existe. Por más que mire, algunas circunstancias aparecen como de la nada cuando ya es inminente la colisión, cuando estrellarse es irremediable.
Y entonces da igual mi instinto, da igual lo que observe el mundo, da igual casi todo. Golpe, colisión, sangre, heridas abiertas, cristales clavados en la carne, piel que se desgarra,... Daños, gritos desgarrados, olor a muerte, a morir un poco, sólo un poco, por dentro.
Noto como si me arrancase la piel. No es culpa de nadie. Es el cabrón del ángulo muerto. No lo he visto venir. Colisión, sangre, gritos desgarrados,...
Absurda me desangro por nuevas costuras, remiendos que desconocía. Y mientras mi piel se empeña en regenerarse, yo me empeño en crear nuevas heridas, en llenarme de cicatrices.
Y no importa, pienso. Son sólo mis nuevos sueños, que se me escapan entre los dedos, mientras yo me afano en recogerlos.
Eso te pasa por perseguir imposibles, absurda.
No os preocupeis. Me recupero, siempre, creo nuevas cicatrices, piel entrelazada con piel.
Es sólo un mal día, sólo eso. Escribo más cuando los tengo, escribo más cuando estoy triste.
Mañana sobrevivo. Soy mala hierba. Siempre sobrevivo.