Creo que no te echo de menos a ti (bueno, sabes que sí, tu risa, y tu voz rara, y, ... bueno, que sí, eres mi amigo, coño, claro que te echo de menos). Lo que echo de menos es el amor, estar enamorada, la sensación de imbatibilidad, de poder vencer a dragones, de poder matar monstruos. Sé que si hubiese durado un poco más yo hubiese derribado ese puto muro. No es que te necesite. No. Es sólo que entonces me sentía invencible, nada podía conmigo, nadie. Ahora no tengo casi ni ganas de luchar, ahora me sé humana, vulnerable. Y es un asco.
Así que te echo de menos, o no.
Hoy el cielo de Valencia a perdido su azul intenso, y tiene un azul lechoso anódino. Después se va llenando de nubes, cirrocúmulos creo, no sé mucho de nubes.
Han desaparecido las pesadillas apocalípticas, y ahora mis pesadillas son cotidianas, mucho más terribles, como una continuación gore de mi vida real. Prefiero las catástrofes naturales, los meteoritos, los asesinos en serie de mis sueños habituales. A esos sé cómo gestionarlos, casi ni me asustan.
Durante años he visto una mirada de reprobación cada vez que reía de verdad, sobre todo si era en público. "No seas tan escandalosa", decía. Y yo me creí que mi risa era excesiva, que era odiosa. Y dejé poco a poco de reir.
Desde que me río de nuevo, desde que me da igual si mi risa es escandalosa, he descubierto que no suele molestar a nadie. He descubierto que a la gente le gusta cuando rio, que rien conmigo. Tengo una risa contagiosa. Hace poco me puse a reir por una mala contestación en la puerta de un hospital. Y de repente, una a una, todas las personas de mi alrededor se pusieron a reir. Hasta una señora llorosa sonrió. No vi que a nadie le importunase, que molestase a nadie.
Ahora echa de menos mi risa, dice. Te jodes. Hace tiempo que no me haces gracia.
Pero sigo triste, y la gente sigue diciendo que no. Y entonces aparece Sebastian, un tío al que ninguna de mis compañeras hubiese parado. No hay que fiarse de las apariencias. ¿Profesión?, pregunto. Tatuador, contesta. ¿Tatuador? ¿Te interesa? Quizás. Guardate mi teléfono, por si te decides. Todos vendemos algo, en el fondo. Todos queremos vender algo. Solidaridad, tatuajes, lo bien que escribes, lo mañoso que eres, la cantidad de palabras retorcidas que conoces, cuánto sabes, ... Casi todos intentamos vendernos, mostrarnos. No todos, pero casi.
Y luego me voy. Desconexión. Nubes. Río. Risas. Agua tan fría que duele la cabeza. Arañas enormes. Escarabajos longicornios. Más risas. Mi lugar en el mundo. Soledad.