No sé exactamente qué escribir. Tengo un caos mental y
necesito ponerle orden, así que no respondo de lo que resulte.
Llevo unos días extrañamente tranquila. He estado jodida.
Pero jodida de verdad, con una tristeza que me sobrepasaba. No recordaba nada
parecido. Era como si me hubiesen robado las fuerzas. En parte por eso he
estado más ausente aquí.
Y de repente, sin motivo (o sí, creo que el motivo fue una
notificación judicial) me siento entera, tranquila, fuerte. No me atrevo a
decirlo en voz alta, que yo siempre fui montaña rusa. Pero es como si en este momento hubiese un poco de paz. Y eso que os juro que no hay demasiados motivos, porque la
situación en mi vida se tensa por instantes, mi casa es un sitio hostil, y
sigo en la cuerda floja en el trabajo. Igual. Todo igual. Tal vez es que me he
vuelto loca y he perdido el sentido común y por eso no ando llorando por los
rincones. Tal vez.
Y mientras veo la vida pasar, con una mezcla de tristeza,
desesperanza y hastío. Porque la realidad a veces se me clava como esquirlas, y las historias me golpean.
Como la de ese hombre que conocí (no sé si ya os he hablado de él)
que para amablemente y me mira con sus ojos azules y una tristeza infinita. Me
escucha atento y después me cuenta: Ojalá pudiese ayudar, me dice. Ojalá. Pero
es que no tengo nada, nada. Estoy enfermo y no tengo nada. Soy diabético, tomo
un montón de pastillas al día. 19. Yo sólo quiero trabajar, sólo eso. Si yo
trabajaba, ¿sabes? Créeme. ¿Me crees? Y yo asiento, casi sin voz. Tuve un
accidente y me quedé mal. Tengo una minusvalía. Y epilepsia, por el accidente. Yo sólo quiero
trabajar, pero no puedo, porque me despisto. A veces me quedo como mareado, y
no me acuerdo bien de las cosas, y me desoriento. ¿Me crees, verdad? Y me
enseña sus papeles, queriendo justificarse, abre la carpeta y me enseña informes médicos y los certificados de la
minusvalía. Estoy en tratamiento psiquiátrico. Dormir en la calle es muy duro
niña.
Y yo aquí muero un poco, porque me parece increíble, porque
querría salir corriendo, cerrar los ojos, abrazarle, algo. Porque es inhumano que
alguien así duerma en la calle. Antes dormía en un albergue, pero era peor,
¿sabes? No me acostumbraba. Hay gente mala. Pero yo no he nacido para dormir en la calle. Soy de
una familia de trabajadores. Yo sólo querría trabajar. La otra noche me
intentaron robar la bolsa, dice. Abre un bolso pequeño, lleno de frascos y
cajas de pastillas. ¿Y si me roban? ¿Qué hago si me roban? Lo de la nevera ni
lo tengo, claro, si no tengo dónde dejarlo. Ahora me voy a ver si me invita el
del bar a un café y así me tomo las pastillas. Y yo saco 2 euros. No, no, no,
niña, no quiero caridad.
No es caridad, lo juro. Es egoísmo puro y duro. Si no le doy
los dos euros me muero. Necesito hacer algo. Y lo que hago es una mierda, lo sé, pero
necesito hacer algo.
No es caridad, le digo. Te invito a un café. A ver si la
próxima vez que nos veamos me puedes invitar tú, ¿hace?
Y coge los dos euros bajando la vista y me avergüenzo de mi,
por no poder hacer más, por darle putas migajas.
Están gestionando a ver si me dan una paga, me dice. Pero yo
lo único que quiero es no dormir en la calle. La calle de noche no es como
ahora, me da miedo. Muchas veces miro al cielo y le digo a mi madre que por qué
no me lleva. Es que a veces no tengo ganas de seguir.
A veces…
A veces. Y yo lo pienso, y yo seguramente no tendría nunca.
A veces. O sí. Es el puto instinto de supervivencia, que no atiende a ninguna
lógica.
Paro a un hombre, sonrío. Tengo una mañana de mierda. Mi
compañera me mira y me dice que menos mal que estamos juntas y podemos reírnos a
pesar de que la mañana es así. Una mañana así sola…
Paro al hombre: ¿Tiene un minutito? Estamos haciendo una
campaña, y si me permite le explico lo que hacemos. Tú, tú, tú, grita. ¿Tú qué
derecho tienes a molestarme? ¿Tú tienes puñetera idea de mi situación? Claro, vosotras
aquí, tranquilamente, molestando, jodiendo. ¿Tú qué coño sabes?
Y yo lo miro, y tiene razón, no tengo ni puta idea. Y,
joder, debe estar pasándolo mal. Así que le contesto que no se preocupe, que
mucho ánimo, que mejore todo. Pero él sigue gritándome. Él sigue con su
monólogo, acercándose, haciendo aspavientos con la mano.
Y de repente me sobrepasa. Se me ha estropeado el coche. Él
no tiene la culpa, pero se me ha estropeado el coche, y era lo que me faltaba,
el puto coche. Y este mes de mierda. Y de repente no sé de dónde sale, pero una
Nuria que ya no recordaba le toca levemente el codo, se acerca, y en el tono
más tranquilo posible la escucho decir “mire caballero, yo le he pedido un
minuto, no le he exigido nada. Se lo he pedido sonriendo. No quiere, pues no
pare. Pero no me grite. No me grite. No, no tengo ni idea de su situación.
Usted tampoco la tiene de la mia. Así que no me grite y continúe su camino.”
Mi compañera me mira. No sabe si aplaudirme o esconderse,
creo.
Yo me siento la peor persona del mundo. Y a la vez me siento
bien, porque he sido correcta. Porque he aguantado el enfrentamiento sin
asustarme. Hace unos meses un ratoncito asustado se hubiese ido a llorar al baño, seguramente.
Y después seguimos, y nos reimos de tonterías. Será que este
trabajo te curte. Será que la risa nos rescata.
Si no fuese capaz de reir a pesar de los dramas que me
cuentan, o de las broncas, o de la puta crisis, que empieza a echarme su
aliento pútrido en la nuca,… Yo creo que es lo que me mantiene así, un poco
loca pero entera. La risa y el cariño. Cada vez que recibo un mail, un comentario, cada vez que un amigo me llama, cada vez que mis amigas me rescatan para tomar una cerveza, cada pequeño gesto. No os imaginais lo enormes que son para mi. Un mail, un besazo, y la sonrisa queda anclada a la cara, y ya no hay quien la mueva en todo el día. Así que gracias.
Y os dejo con un gasto muy útil de Generalitat. Teniendo en
cuenta que esto es Valencia, donde casi nunca llueve, y están recortando de
sanidad lo irrecortable (no imaginais la cantidad de centros de salud que no
tienen ni jabón, ni papel higiénico, por ejemplo), pues es muy lógico. El gasto
en un secaparaguas aquí es imprescindible, por supuesto. Juas. Ay. De lo
absurdo me hizo hasta gracia.