Pero la cosa ha ido sorprendentemente bien, y he ganado el tercer premio.
martes, 26 de marzo de 2013
Tercera!!
Pero la cosa ha ido sorprendentemente bien, y he ganado el tercer premio.
jueves, 21 de marzo de 2013
¿Cuánto dura un año?
domingo, 17 de marzo de 2013
Instantes
Olor a buñuelos. No están como los de la iaia (abuela), dice V. Nunca lo están, es cierto. Una vez has probado sus buñuelos estás perdido, el resto nunca están igual.
Y pasear por un parque enorme, lleno de árboles invadidos por una especie no autóctona. Yo preocupada, V encantada con los vivos colores de los enormes pájaros. Yo juraría que son loros cabeza roja. Ay.
La ciudad huele a pólvora, a buñuelos, a churros, pero también a azahar. Pasear por debajo de los naranjos estos días es casi mejor que las fallas.
Y finalmente encontrar tesoros, corazones en árboles, en piedras, semillas que se creen almejas entre los árboles.
Hoy es imposible no sucumbir a la felicidad del paseo.
Hace unos días me di cuenta de algo que me ha golpeado de una forma inesperada. Una tontería, eso sí, pero me ha traido tristeza. Estaba viendo fotos con V, de cuando era un bebé. ¿No estabas nunca conmigo? Esa pregunta inocente, sencilla me ha hundido en los infiernos estos días. Cuando ella era un bebé yo no trabajaba, y estaba siempre con ella. Además era tan feliz de tenerla, disfrutaba tanto con ella, que sólo la dejaba para ir a clases de alemán, 2 veces por semana, un par de horas. Pero claro, a esa edad el cerebro está demasiado ocupado aprendiendo como para entretenerse en crear recuerdos, y para ella los recuerdos son las fotos, y las cosas que le cuento. Yo era quien hacía las fotos. Por el mismo motivo parece que nunca fui de vacaciones. Así que tengo con ellas muy pocas fotos, algunas que nos hizo mi hermana, poco más.
Yo atesoro las pocas fotos que tengo con mi abuelo. Conozco el valor de la imagen a largo plazo, cuando los recuerdos se empiezan a volver difusos, cuando son más historias contadas mil veces por otros que verdaderos recuerdos.
Hoy nos hemos hecho fotos juntas. Tengo que cogerle el punto a las autofotos. Pero mejor desenfocada que inexistente.
Hoy me he dedicado a disfrutar, a crear nuevos recuerdos. Hoy he sido feliz. Qué coño, hoy he sido inmensamente feliz.
Pictures of you - The Cure
Instantes - El Hombre Viento
Mascletà sin petardos - Sinfonía de Caballer
miércoles, 13 de marzo de 2013
Cobarde de mierda
Soy una floja de espíritu. No, no espero palmaditas en la espalda ni ánimos. No escribo por eso. Constato un hecho. Poco más.
Me da tanto terror fracasar que a veces ni lo intento. Y eso es un fracaso en si mismo, pero a mi puto subconsciente le parece menos doloroso el fracaso por abandono. Es como si dijese "no, Nuria, no eres inútil, es sólo que no te has puesto a ello". Le miento a mi mente, me miento. Soy una zorra mentirosa.
Me dan un ultimátum. O vendes más o a la puta calle. Y aquí estoy, sin salir del coche para intentarlo, porque me veo incapaz. Puta farsante, fingiendo ser fuerte y mueres por abandono. Las cosas que emprendo mueren porque no las emprendo. Y en el fondo quisiera que me despidiesen, para no tener que tocar a más puertas. Puta desagradecida, con la gente que hay sin trabajo... Y tus metas? Quieres seguir en ese puto hoyo para siempre? Quieres seguir sin posibilidades de existir por ti misma? No, no, mil veces no. Pero por más que lo diga, por más que lo niegue, en este maldito instante Nuria se niega a intentarlo, y no quiere salir del coche.
Mueve el culo y a intentarlo.
Una mierda. No hay forma. Esta imbécil se ha rendido.
Fin. Así acaba, supongo, la crónica de un despido anunciado.
Tres puertas - Extrechinato y tú (así anda mi cabeza, en el caos total)
martes, 12 de marzo de 2013
Mascletà
Lo que más me gusta de las Fallas es la mascletà. Muchos valencianos acabamos odiando las Fallas, viendo sólo los inconvenientes. Yo me he vuelto quisquillosa desde que tengo a las enanas, y lo de que las despierten con petardos o fuegos artificiales... Si trabajas cortan calles y es un infierno. Pero a casi todos nos sigue gustando la mascletà.
Es una de esas cosas que o amas u odias. No creo que haya posibilidad de término medio. Y si explicas lo que es casi nadie entenderá nada, ni por qué nos gusta, ni lo brutal que es. Pero la primera vez que ves una entiendes todo.
Una buena mascletà tiene ritmo, es como música. Va aumentando el ritmo, la intensidad. Todo huele a pólvora, y el sonido te envuelve. No, qué coño, te llena, te inunda, te posee. El corazón empieza a latir al ritmo del estruendo, y te da la impresión de que el pecho te va a estallar. Los tímpanos enloquecen y parece que vayas a morir. Por un breve instante piensas que te va a dar algo, que la emoción, el ruido enloquecido, el sonido rebotando en las paredes de los edificios y otra vez de vuelta,... crees que no lo soportarás. Y al final, al final, al final,... Vale, aquí seguro que la mayor parte no me darían la razón, pero esto es una opinión, por lo tanto es algo subjetivo.
La respiración se acelera, el corazón enloquece, tu cuerpo vibra, retumba, convirtiéndote en una especie de caja de resonancia enorme y viva, un cosquilleo empieza en las piernas y al final estalla. Es lo más parecido a un orgasmo que se me ocurre.
Hace años trabajaba cerca de la plaza del ayuntamiento, y unas Fallas vi todas, todas y cada una de las mascletàs (vale, es mascletaes, pero nadie las llama así). Es un recuerdo genial.
Hala, y aquí acaba mi entrada cutre. Me apetecía compartir mi pasión con vosotros.
jueves, 7 de marzo de 2013
Wie du willst (como tú quieras)
Necesito refrescar el alemán. Casi un año desde que acabé, sin estudiar, y ya no recuerdo demasiado. Pienso en posibles (juas juas, doble juas) entrevistas de trabajo que lo exijan y tiemblo. Así que, últimamente escucho audiolibros en el coche camino del trabajo. Tengo un cd de un autor, Leonhard Thoma, que escribe libros para estudiantes de alemán. Es profesor universitario, alemán, pero vive desde hace mucho tiempo en España. Escribe relatos cortos, algunos muy chulos, raros, como a mi me gustan. Recuerdo uno de un hombre que sale a pasear y observa la escena idílica de una familia en una casa, y de repente los niños le llaman, y le tratan como si fuese el padre. Se va dando cuenta poco a poco de que esa vida de idílica no tiene demasiado. Al final mira por la ventana y ve a un hombre (él, o el verdadero padre tal vez, no nos pusimos de acuerdo después de una acalorada discusión en clase) observando la casa para luego alejarse con una sonrisa. Casi siempre escribe sobre relaciones, problemas de convivencia, gente que sueña otras vidas, o choques culturales entre alemanes y españoles.
Además de escribir cosas bastante interesantes, es un buen orador. En los audiolibros el que lee es él. Entonación perfecta, buena dicción, una voz que atrapa ...
Hay una historia que he escuchado 5 ó 6 veces entre ayer y hoy: Wie du willst. Habla de una pareja. Él es arquitecto, ella hace prácticas en su empresa. Empiezan a salir. Todo va bien, él con su rollito didáctico-paternalista, ella fascinada. Deciden hacer un viaje de 5 días a Andalucía. No les parece suficiente tiempo, deseosos como están de compartir cada minuto. En Berlín no conviven; salen, se divierten, y luego cada uno a su casa. Perfecto. El viaje es un desastre. Él ejerciendo de sabio, ella queriendo disfruutar del viaje. Él criticando todo, ella hasta los ovarios. Es un relato a 2 voces. No entiendo, nada ha cambiado, dice él. ¿Por qué es tan tocapelotas? dice ella. Vale, no dice eso, lo explica largo y tendido. Dudo incluso de que exista una palabra así en alemán. Der Besserwisser quizás, el sabelotodo, pero ni se acerca. No tiene las connotaciones exactas.
Hoy no lloriqueo, ni me quejo. Hoy lanzo un par de preguntas:
¿Es posible conocer a alguien de verdad sin convivir y verle con las legañas pegadas?
¿Es demasiado difícil aguantar que una no sea persona y quiera estar en silencio antes del café triple (hablo de la prota, eh... bueno, ella era un café sólo)?
martes, 5 de marzo de 2013
De hoja seca y piedra
Sigo tocando timbres, y mis hojas se siguen poblando de árboles desnudos, de arañas, de plantas que florecen ojos en lugar de flores (¿ojecen? juas), de soles negros, y al final gotean sangre en cada linea.
Todo se llena de dibujitos, y no, no los enseñaré porque el dibujo no se encuentra entre una de mis virtudes.
Otros días sueño que buceo y se llenan las hojas de medusas, de anémonas, de caracolas y halimedas (joder, cómo me gustan las halimedas). Pero no se pueblan de corazones, ni de cosas alegres. Mi corazón de hoja seca se resquebraja, se deshace. Mi corazón de piedra no suelda, no hay forma de transformarlo en aquel corazón de gominola que volvía a recomponerse apenas lo lamías. Ahora se me notan las grietas, se ven las fallas, los puntos en que empezó a resquebrajarse, las lineas de fisura.
¿En qué momento se volvió de piedra y dejó de creer?
¿Cuánto tardan en cristalizar minerales en las grietas que unan los pedazos?
Me gustaría ser de nuevo aquella ilusa que creía que con amor todo era posible.
¿Cuánto tardas en querer cambiar todo y que tú y yo sea un nosotros?
Yo quise mudarme. Soñé con una vida compartida, con coger las maletas y a las dos únicas razones que me ligan al mundo y marcharme. 300 y pico kilómetros no me parecieron muchos.
Soñé, creí en duos en la cocina y bailes sobre el colchón. Pensé que podría salir de aquí. Pero de aquí nunca se sale, y no hay un final feliz, no para mi.
No puedes tocar a un timbre y encontrar al hombre de tu vida. Ya no lo creo. Ya no creo en flechazos, ni en esa locura que me describes.
No me llames amor, que no te creo. No me conoces. No sabes lo odiosa que soy, lo poco querible que resulto.
Así que no. Mis hojas no se tiñen de rosa, ni de dibujos alegres. El amor no existe, no para mi. No es una opción. Ya no creo en príncipes, ni en alguien que me rescate. De esta si salgo será sola. Y así me quedaré.
Deja de llamarme cariño, coño. No me lo creo. No te conozco.
Corazón de mimbre - Marea
Black Hole Sun - Soungarden
viernes, 1 de marzo de 2013
El teléfono, realidad distorsionada
Cuando eramos pequeños jugábamos al teléfono, aquel juego absurdo en el que tú decías una frase al de al lado, y este al que tenía al lado y así hasta que quedaban amigos que quisiesen jugar. La frase al final no se parecía en nada a la original, y nos reiamos mucho. En el instituto un profesor muy peculiar nos hizo jugar al teléfono. Nos cabreó un poco. Joder, eramos adolescentes, lo de jugar al teléfono nos parecía una bobada, pueril. Pero entre risas nerviosas y cara de estar de vuelta de todo jugamos. Nuestro profesor quería enseñarnos la perversión del lenguaje cuando pasa de boca a boca, cómo se distorsiona la realidad cuando pasa por diversos medios. La frase llegó distorsionada, y nos hizo mucha gracia. Pero no la tiene. En realidad no tiene no puta gracia. Si no te informas de la fuente original, el mensaje llega adulterado, cambiado, algunas veces incluso con el sentido contrario al que tenía en origen.
Nosotros hablamos, tú cuentas algo a alguien, yo cuento algo a alguien, esas personas hablan y se cuentan. Y los mensajes se distorsionan, llegan difusos. No es culpa tuya. Al menos no más que mia. Yo también he contado. Mal, muy mal. Porque si fuesemos amigos, de los de verdad, no tendríamos necesidad de contarle nada a otras personas. Yo tengo amigos de los que nunca hablo, no tengo necesidad de contar lo que hablo con ellos. Es nuestro. Así que esto sólo demuestra el alcance real de la amistad. La nuestra no llega ni a la esquina. Así que yo rompo el círculo, la cadena. No hablo más, no hago llegar ni acepto que me lleguen mensajes distorsionados. Nunca llamo por teléfono. Nunca. Soy como mi esperanza. Siempre creo que molesto. Ahora, menos. Yo ya no juego. Estoy ya un poco mayor. El que quiera saber algo que pregunte, que acuda directamente a la fuente. Yo ya callo.
En la realidad el jueguecito duele y daña. No tiene ni puta gracia.