lunes, 28 de abril de 2014

No pensar, aunque la realidad nos golpee en la cara



Hace pocos días estaba trabajando en un centro de salud, intentando hacer socios para la ong. Una mujer de unos 60 años que hablaba con mi compañera empezó a intentar convencernos de lo que ella creía, incluyéndome en la conversación hablando cada vez más alto.
 
Es mentira, decía, que haya niños pasando dificultades en España. Es todo una patraña, una mentira para que nos pongamos en contra de todo. Lo han dicho en la tele, seguía cada vez más alto. Lo he visto en uno de esos canales que dicen la verdad.
Yo le pregunté si no veía necesidad a su alrededor, pero ella seguía con su discurso absurdo. Como no puedo permitirme discutir en el trabajo, y además es inútil intentar hacer ver la realidad a alguien que se niega a verla, me di la vuelta y salí a seguir trabajando en la calle.

El centro de salud está en uno de los barrios más pobres de Valencia. Enfrente hay una “escoleta”, una escuela infantil, despintada y con pinta de hundirse en cualquier momento. En el bar de la esquina hay 3 tíos sentados en la acera, gritando burradas sin que nadie parezca asombrarse. El barrio está visiblemente deteriorado. Como es festivo escolar hay niños en la calle. No, no parece que les sobre nada.

Llevo toda la mañana escuchando historias tristes. Hay zonas donde la gente te cuenta más dramas, donde los ancianos se ponen a llorar mientras te cuentan cómo alimentan a sus nietos. Toda la puta vida trabajando nena, toda, para tener que ver a mis hijos así de jodidos. Y así uno tras otro. El día anterior mi compañera me mandó un mensaje contándome que le había dado 5 euros a una familia a la que había parado, desolada ante la situación por la que pasaban.

Si alguien me contesta esa estupidez de que en España todo va de puta madre en pleno centro de Valencia, donde hay gente con mucho dinero y una nula conexión con la realidad, o delante de aquel centro comercial pijo donde una mujer me dijo que estaba pasando una situación crítica (Mira teta dónde he tenido que venir a comprar, me dijo señalándome El Corte Inglés, como si fuese una casa de caridad), me reiría. Sí, me reiría pensando en cómo puede estar tan alejada la gente de la realidad mientras no les golpee de lleno la miseria.


Pero esta mujer se choca con la pobreza en cada esquina de su barrio. Seguro que hay vecinos suyos pasándolo francamente mal, como aquella chica que me contaba que la alimentaban sus vecinas, a ella y a su hija. Menos mal que hay gente buena, me contaba. Menos mal que llevo toda la vida viviendo ahí y me conocen. Siempre me suben tuppers con comida, o se quedan con la nena cuando tengo entrevistas de trabajo.
Por eso no entiendo cómo puede creer lo que dice esa “tele que dice la verdad”. No puedo, me cabrea, me dan ganas de salir a la calle con ella e ir señalándole miserias.

Que los informes de pobreza infantil en España los han hecho organizaciones tan poco de izquierdas y radicales como Cáritas, coño.
 

Desde pequeños no nos han enseñado a pensar. No se premia pensar por ti mismo, más bien al contrario. Nos enseñan a seguir puntos, a colorear con el color “correcto”, a memorizar fechas, datos que olvidaremos en cuanto acabemos el examen.  No pienses fuera de la norma, no formules preguntas que requieran que el profesor tenga que replantearse sus métodos o sus enseñanzas.

Tuve un profesor en la facultad, una eminencia de la genética, uno de los fundadores de mi facultad. Era un viejo sabio con una capacidad nula para transmitir sus conocimientos. Leía su libro en clase. Eso era lo que iba a entrar en el examen. Ay de ti si cambiabas una coma, si decías lo mismo pero con una frase distinta. Estabas jodido y suspendido. Memoria pura y dura. No recuerdo prácticamente nada de aquella asignatura.

El examen más difícil que he hecho nunca fue con libros y apuntes. Fue en Ecología. Y uno piensa a priori que con libros un examen es fácil. Pero había que pensar, fue un reto. El examen más difícil que he hecho, el que más me gustó, en el que mejor nota saqué. Mi memoria no es buena. Soy mucho mejor con la lógica.
Pero no todos los profesores son así, no todos están dispuestos a plantear retos, a tener que pensar ellos mismos corrigiendo. Ese profesor fue la excepción, un oasis en un desierto inmenso de profesores que no querían personas pensantes, si no loros de repetición.

Así que no aprendimos a pensar, a dudar, a observar. Nos dicen algo, lo dice un medio en el que creemos, y ni nos planteamos si es o no cierto. Mucha gente cree a pies juntillas lo que dicen  en algunos medios, aunque la realidad les golpee en cada esquina. Hay gente que prefiere no pensar. Que otros lo hagan por nosotros.
Y vaya mierda.
No vemos lo vulnerables que nos volvemos.


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