miércoles, 28 de noviembre de 2012

Malas decisiones



Mi vida es una sucesión de malas decisiones. Y no, no es culpa de los demás, no lo creo (te equivocas querida/o anónima/o). Es culpa mia.
A veces es tan simple como equivocar con quien compartes el camino. Y luego, pues a veces dejas de tomar decisiones, cualquier decisión, por minúscula que sea. Pero no decidir ni la ropa que te pones también es una mala decisión. Decidir callar. Decidir creer que todos tienen razón y él es lo mejor que te ha pasado. Ahora eres persona, repetía mi madre una y otra vez. Qué suerte has tenido, decían todos. Y yo decidí creerles. Pero fue decisión mia.
Elegí mal qué estudiar. Cuando desperté de la inconsciencia (porque me pasé semiinconsciente los primeros tres años por razones de lo más variadas, todas malas decisiones) estaba acabando tercero, y lo lógico parecía seguir adelante, aunque sabía que aquel no era mi sitio, que aquello no era lo mio. Cómo explicar que de repente dejaba aquello que tanto esfuerzo les costaba a mis padres? Mala decisión. Mia, sólo mia.
Luego decidí no seguir esperando la beca en el departamento. Mala elección, no mia, pero yo consentí. Mea culpa.
Sucesión de trabajos de mierda. Mala elección.
No volver a trabajar cuando el cuerpo ya me lo pedía. Mala decisión. No vi las intenciones. Cuando las vi era tarde. Ahora hay un vacio enorme en mi currículum imposible de explicar sin dejar ver los monstruos del armario, la mierda bajo la alfombra.


Llego a currar, al único trabajo para el que no he tenido que esconder el lastre que tanto enorgullece a mis padres. Todos somos licenciados. Como pueden elegir...
Cuatro cafés. Hoy me despiden, estoy segura. Qué menos que estar despierta.
La semana pasada echaron a mi coordinadora. Esta me toca a mi.
Y Mario? Ya no está con nosotros. Y yo reprimo el "se ha muerto?" que mi mente perversa dibuja siempre. Joder, me  caía bien. Tranquilo, voz profunda, le faltaba altura y sentido del humor. Y tú qué eres? le pregunté al conocerlo.Qué soy? Sí, coño, aquí todos estamos por algo, y todos hemos estudiado algo de lo que no trabajamos (somos la puta imagen del fracaso, pero eso no lo dije). Ah, soy biólogo. Me puse a reir.  Te ríes de mi? No, no, me río de mi.
Nota mental, tengo que aprender a aguantar la risa y a hablar con la gente. A veces parezco criada por una manada de hienas, con lo que se han esforzado mis padres...
Le han despedido. Me da un poco de pena, pero la zorra despiadada sonríe aliviada, porque normalmente no despiden a dos personas la misma semana. Así que me siento aliviada y mala persona a partes iguales. Una semana más. Así llevo meses. Me falta instinto asesino. Para vender solidaridad hay que hacer en muchos casos sentirse mal a la gente. Que se sientan culpables, dice mi compañera. Y una mierda. Me hace falta el trabajo, pero eso no me nace hacerlo. La gente bastante tiene con subsistir. Si quieren colaborar, perfecto. Si no... Pues nada, no vendo, que me echen. Me uniré a la larga lista de condenados.
Una puta semana más. Mi vida es a plazos. A plazos cortos. Malas decisiones, eso es todo.
No os preocupeis. A veces parece que muero, que lloro. Es porque en la vida real tengo que sonreir, que levantarme y luchar, mantenerme entera, aunque no tenga ganas. Descargar aquí ayuda a mantener el equilibrio. Y a veces, como ayer, me dan ganas de cerrar, de echar el cerrojo a esto y evitar tristeza, pero no me da la gana, porque no tengo por qué quedarme sin mi reducto de sinceridad, de ser yo misma, digan lo que digan.
Y no, no echo las culpas de mis penas a nadie más que a mi misma. Y esto no es autoflagelación, es que últimamente ando convencida de que si asumo errores, culpas, podré levantarme y seguir, acabar con todo lo triste. 

Marea – Prima tristeza

domingo, 25 de noviembre de 2012

Alejarse y respirar


A veces cuesta darse cuenta de que has entrado en una espiral. Otras veces te das cuenta, pero no ves la forma de salir, estás girando sobre lo mismo, como atraida por el campo magnético, obligada a girar y girar siguiendo una órbita maldita, que te llena de esquirlas, de espinas, de astillas.
Mi mente obsesiva vuelve y vuelve, nunca para.
Estos días la vida pasaba rozándome, excluyéndome de su existencia. Hay cosas que no puedes controlar. El futuro laboral, la crisis, los muros, la gente que te ama, la que no te ama. La gente que te odia, así, directamente. Pero la cuestión es ver que son cosas que escapan a tu control. Aceptar.


A veces sólo es cuestión de alejarse y respirar. Tomar distancia, relativizar. Ver las cosas desde otro ángulo, entender su verdadera importancia.
A veces...
Lo difícil es alejarse. Lo difícil es tomar distancia.
Pero tengo mi lugar en el mundo. Me he perdido en la niebla, he respirado humedad, petricor, geosminas, otoño.


He caminado sobre un manto de hojas amarillas, verdes, anaranjadas. He llenado mis botas de rocío, de tierra húmeda.
Me he sentado bajo mi árbol, ese que amo, porque yo me puedo enamorar de un árbol.


 He encontrado setas, y daba igual si eran comestibles, porque eran de una belleza perfecta, con su sombrero mamelonado terso y brillante.






















He cogido apio y albahaca del huerto. Manos fragantes. Sentidos que rebosan, se empapan. Guardar aromas y belleza para cuando el mundo me agobie de nuevo, para cuando la vida me supere. Y de repente una joya, unos elitros tornasolados, formando diminutos arcoiris rugosos sobre una hoja. Algo tan pequeño, algo tan bello.

Y parar a hacer fotos de nuevo a aquellos troncos, en otra vida vigas de alguna casa, y acabar encontrando entre los clavos oxidados, testigos del paso del tiempo, un pequeño tesoro inesperado. A veces la muerte trae vida, nuevos hábitats, nuevos horizontes.





Acostarme pronto, para variar, y despertar a media noche, y ver la luna reflejada en el espejo del baño. Y mirar el móvil y encontrar un poema.
Levantarse temprano, con cosquillas, con ellas riendo en mi cama y descubrir todo cubierto de rocío, gotas atrapadas en los pelos que cubren las hojas del patio.


Pasear por las viñas.
Preparar una cafetera, llenar 2 tazas, caminar hasta su casa, encontrar la puerta abierta. He preparado café, le digo. Y ella me recibe con su eterna sonrisa."Gracias Nuri". Y hablar, sin prisa, sin un motivo. Hablar.
Y columpiarme mientras mi hija grita "más alto mami, más alto". Sensación de vacío en el estómago. Abandono, volar. Reir. Reir. Reir.





Desconexión. Casi 200 fotos después, diez mil aromas acumulados, imágenes en la retina, sensaciones en la piel,... Me he recompuesto, he regenerado, me he oxigenado. Que vuelva la vida que esta vez no me va a rozar. Esta vez me pienso sumergir con ella. Caeré, supongo, de nuevo en espirales. Pero sólo hay que alejarse y respirar. Tomar distancia, relativizar.


Nirvana – The Man Who Sold The World - MTV Unplugged - Mi banda sonora de camino a mi retiro.

Siento la cantidad de fotos. Me gustaban tantas...

jueves, 22 de noviembre de 2012

Rosas, descosidos, entrañas




La veo caminando perdida, y por un segundo brilla en mitad de la multitud que avanza moribunda sin saberlo por la acera. Todos morimos un poco cada día. Hay días que sólo es algo nimio, imperceptible. Nos sentimos vivos, inmortales. Otros días, como yo hoy, morimos casi completamente, la vida pasa corriendo ante nosotros, sin que podamos detenerla de ningún modo, porque es una cabrona que ni se digna a mirarnos, no nos escucha gritar, aullar su nombre. Pero todos los días morimos, nos acercamos y miramos un poco más de cerca al abismo de la nada que nos espera impaciente.
Me pregunto por qué siempre distingo a la gente perdida, porque los vislumbro como si su mirada perdida fuese fosforescente, como si brillase como las gotas iridiscentes de lluvia sobre las hojas.


 Es joven, de una belleza aburrida. Camina distraida, bolso de viaje colgando de su hombro izquierdo, neceser balanceándose en su mano derecha, y una rosa en su mano izquierda. Lleva la mano casi en el pecho, en una postura forzada y extrañamente teatral, los pétalos rozando su barbilla. La mirada perdida en la nada no delata pasión, ni abandono, ni melancolía. Nada.
Imagino la decepción de alguien que quizás ni existe al regalarle esa rosa y ver el vacío en sus ojos negros.
Sigue avanzando, casi levitando mientras nadie más la ve.
Yo sigo imaginando, como alternativa, supongo, a una vida propia.


 Mis entrañas no son bellas, son cueva llena de espejos. El eco aturde, reiterativo, chocando contra las paredes y volviendo, para chocar de nuevo con la pared contraria. La imagen asusta, repetida, deforme, angustiosa.
Mis entrañas son obsesivas, repugnantes. Y soy tolerable mientras no sean grandes los descosidos de mis costuras. Porque cuando me descoso demasiado se ve lo que hay dentro, y las obsesiones supuran un líquido nauseabundo que chorrea y se condensa al gotear sobre el suelo recien encerado.
Nunca aprendo. Tengo que fingir ser distinta. Tengo que esconder la oscuridad, guardarla en la caja donde guardo los abrazos no correspondidos, los besos inacabados, los polvos que no llenaron. Cerrar bien el doble candado, siete vueltas a cada llave. Así todo será más fácil.
Hoy se me ven demasiado las entrañas por los descosidos. Hoy mis costuras se deshacen y dejan ver mi interior descarnado. Hoy soy incapaz de fingirme distinta y luminosa. Hoy soy.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Cierres, racionamiento, comunidad absurda

Hoy mi hija tenía fiebre, dolor de cabeza,... Lleva unos días así, así que hemos ido al pediatra. Placas de pus en la garganta, lo normal en esta época, sentencia el médico. Antibiótico e ibuprofeno.
Salimos del centro de salud y nos acercamos a una farmacia cercana, para ver qué farmacia está abierta. No, no es festivo. Es que vivimos en una comunidad de chiste, solo que no hace ni puta gracia. Aquí, tierra de chorizos (por cierto, sabeis que los chorizos como mejor se curan es colgados?), la Generalitat tiene dinero para la Fórmula 1, para maquetitas de 15 millones de euros de proyectos que nunca se realizarán, para fiestas y mamoneos varios, pero no para pagar lo que le debe a los dependientes (más de 16 millones de euros), ni para pagar los medicamentos a las farmacias. Les deben desde mitad de mayo, así que a principios de noviembre dijeron basta y decidieron un cierre indefinido. Cada farmacia cierra 2 de cada 3 días, van rotando. Así que en mi pueblo hay cada día 2 farmacias abiertas, otros tienen 1, dependiendo del número de habitantes. La situación es absurda, pero tienen razones más que suficientes para plantarse.
Voy a una de las 2 farmacias, está cerca de casa, pero me voy con tiempo. Al llegar a la calle me da la risa. La cola de gente ocupa toda la acera. Aun no han abierto. ¿Quién es el último? Y me pongo tranquilamente a leer blogs con el móvil, a contestar correos, a escribir algo. Paciencia.
Una señora a mi lado, ya mayor, comenta que sólo nos falta la cartilla, que esto parece el racionamiento de después de la guerra. La gente opina, protesta, pero con calma. El farmaceutico no tiene la culpa, comenta alguien. Rafa levanta la mirada del medicamento que está metiendo en una bolsa y sonríe agradecido.
Entra un hombre, explicando mientras avanza sin esperar la cola que sólo quiere preguntar si tienen un medicamento. Si lo tienen me pongo al final y espero, si no... Y nos cuenta que viene de la otra farmacia abierta. No les quedaba, me han dicho que pregunte aquí, y si no que vaya al hospital a pedir 2 ó 3 pastillas para pasar hasta mañana, y entonces a seguir buscando. Es que no puedo dejar de tomármelas, dice con gesto de rabia contenida, pero como disculpándose por molestar. No, no nos queda, lo siento, dice la auxiliar. Tendrás que ir al hospital, lo siento, Generalitat dice que no habrá problemas en el abastecimiento, pero...


 Todos miramos al hombre mientras sale con paso lento y costoso. Callamos.
Hace una semana me llevé el último bote de antibiótico de la farmacia abierta. Eran las 4 de la tarde. El siguiente niño que lo necesitase (quedaba mucha tarde y estamos en una época difícil),... Pues a joderse. Papis, de peregrinación farmaceútica.
Somos una comunidad de traca, nunca mejor dicho. De risa. Solo que no dan ganas de reir. Dan ganas de cercenar cabezas como poco.
Hoy mi mala hostia rebosa.
Y no creais que esto os queda tan lejos, que os es tan ajeno. Cataluña, Baleares y Aragón están llegando a una situación similar, imagino que dentro de poco no podrán mantener las deudas, y tomarán medidas. Cuando veas las barbas de tu vecino pelar...
Estamos bien jodidos.

Bersuit Bergaravat – Si Viene el Estallido
The Waterboys – Medicine Bow (Live On BBC Radio 1's ''The Tea Time Show'' 20/11/85) - Que nos crezcan alas, porque tendremos que huir...

sábado, 17 de noviembre de 2012

Días raros


 De niños todos creemos a nuestros padres casi inmortales. No tenemos el concepto de mortalidad del todo claro, y además no creemos que a nosotros nos pueda afectar. Cuando la vida de un bofetón me aclaró qué era la muerte, pero esa de verdad, esa para siempre, yo tuve la certeza de que mi padre era el siguiente. Eso con 8 años fue devastador.
Mi padre tenía 40, parecían mil. Fumaba demasiado, desde hacía demasiado tiempo. Siempre con su eterno cigarro en la comisura, a punto de caer. No hay ninguna foto de él sin ese eterno compañero. Estaba demasiado delgado, arrastraba los pies como un anciano, y las mañanas eran una monótona sinfonía de toses brutales. Yo había estado a punto de verlo morir desangrado. Le gustaba pescar a mano en el río, pero no se acostumbraba a la creciente contaminación. Seguía haciéndolo descalzo, hasta que un día pisó el culo de una botella de cerveza. Algo tan tonto... Pero aun así la certeza no me llegó hasta la muerte de mi abuelo. Entonces me fui obligando a acostumbrarme a la idea. Pero dejó de fumar. El muy cabrón dejó de fumar cuando ya habiamos desistido de pedírselo. Al mes era otro. 20 años menos en un mes. Así que empecé a verlo como inmortal de nuevo.
Hace un par de años, dos días antes de mi cumpleaños, su corazón dijo hasta aquí hemos llegado. Y a punto estuvo de morirse. Coño, y esta vez no estaba preparada. Fue como caer de repente a la realidad. Podía morir. Había estado a punto. Supongo que nada nos prepara realmente para eso.
Hoy he visto a mi primo, un hombre ya, 36 añazos, un divorcio y mucha vida sobre sus hombros, como un niño pequeño. Estaba perdido, desamparado. Sólo he podido abrazarlo. Nada prepara para la muerte de una madre, nada consuela.
Mierda de cuerpos mortales. Mierda de ley de vida.





A veces la tristeza no derrama en lágrimas, y se queda dentro de ti, habitándote, poniendose cómoda, causando estragos en tu interior. Está redecorándome por dentro, cambiando paisajes para siempre con sus manos de esquirlas.
Esto es una mierda. Casi todo es una mierda. Es la tristeza, que se esconde en mi cristalino, variando la realidad, haciéndome ver todo más feo. La puta tristeza.

Ver "Petrychor - Of Grandest Majesties (2011)" en YouTube

jueves, 15 de noviembre de 2012

El hada de los pijamas





A veces no puedes comprar todo lo que querrías, y en lugar de dar explicaciones, toca inventar cuentos para distraer, hasta que se pueda. Este es un cuento improvisado con mi hija. Espero que seais capaces de aguantarlo entero, y que tengais paciencia con este hada gruñona, que se parece sorprendentemente a mi.



Había una vez una niña que sólo tenía un pijama de verano. Era morado con rayitas blancas, un regalo de su tía.
¿Qué me pondré en invierno? pensó V. Mis pijamas se han quedado pequeños, y se los tendré que regalar a mi hermana. Y así, pensando, se durmió.
De repente en sus sueños apareció el hada de los pijamas. ¿De los pijamas? Sí, eso he dicho. El hada de los pijamas en lugar de un vestido precioso llevaba siempre un pijama y unas pantunflas de peluche moradas.
-¿Qué pasa V? ¿Por qué refunfuñas?
-Porque mis pijamas de invierno se me han quedado pequeños, y sólo tengo este pijama de verano.
-Bueno, bueno, no te quejes y ven conmigo.
-¿Adónde vamos?
-Lo verás cuando lleguemos. ¿Tienes que saberlo todo o qué?
-Vale, vale, vamos hada gruñona.
Y emprendieron camino.
-Primero tenemos que cruzar este bosque, dijo el hada.
-¿Este bosque tenebroso? Yo no, a mi me da miedo, es de noche, todo está oscuro, dijo V.
Los árboles parecían monstruos, se escuchaba el ulular de los buhos, y hasta el aullido de un lobo.
-Pero a ver, ¿tú llevas tu pijama?
-Claro.
-Pues entonces.
-¿Pues entonces qué? preguntó V.
-Que los bosques de noche no dan miedo si vas en pijama.
-¿Y eso por qué?
-Porque los pijamas son luminosos en estos bosques, dijo el hada.
Entonces V miró su pijama y vio que era cierto, el pijama se había iluminado. El del hada también y hasta las zapatillas de peluche daban luz.
Los árboles dejaron de parecer monstruos. Sus brazos terroríficos eran sólo ramas, las bocas huecos donde vivían las ardillas. Los buhos confundieron la luz de los pijamas con la luz del día, y se fueron confusos a dormir. El lobo huyó asustado, pensando que era algún cazador desalmado.
V y el hada atravesaron el bosque tranquilas, a la luz de sus pijamas.
Entonces el hada dijo: V, ahora hay que atravesar esa cueva.
-¿Una cueva? Ni en broma, está oscura, me da miedo.
-¿Pero tú llevas tu pijama?
-¡Qué hada pesada! Ya sabes que sí. El único que tengo lo llevo puesto.
-Tú sí que eres pesada. No seas quejica. Si llevas tu pijama puesto la cueva no da ni pizca de miedo.
-¿Cómo que no? Ah, da luz.
- Da luz y tararea.
-¿Tararea?
Y entonces los pijamas empezaron a tararear una nana.
-Vaya, sólo tararea… , dijo el hada, y empezó a cantar “Cruzaremos esta cueva, no da miedo ni nada, cantaremos esta nana que tararea el pijama”.
Las arañas huyeron a sus telarañas, porque a las arañas de las cuevas les asustan los pijamas que tararean nanas. Y un oso, que las esperaba, se durmió al escuchar la canción de cuna.
Cuando iban a salir de la cueva vieron que una cascada cubría la salida.
-Hay que cruzarla, dijo el hada.
-Eso sí que no, dijo V. Me mojaré mi único pijama. ¿Con qué dormiré?
-Ya estamos otra vez. Sólo tienes un pijama, ¿y qué? Yo sólo tengo un cerebro y un corazón, y no me quejo. Además, los pijamas son impermeables al agua de cascada de salida de cueva. ¿No lo sabías? Anda, cruza.
Y cruzaron agarradas de la mano. Y del pijama salió un paraguas, y se alargó hasta llegar hasta el suelo.
Salieron completamente secas a un valle precioso. De los árboles colgaban pijamas, pijamas preciosos, con colores brillantes y dibujos alegres.
-Toma V, coge uno.
-No sé cuál elegir, me gusta este de estrellas, pero también ese de soles.
-Pues coge los dos, y toma, uno de lunas, que sé que te gustan, y además brillan en la oscuridad. Y de regalo este de arcoíris, con todos esos colores. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, morado, cantó el hada. Sé que siempre los dibujas en el orden correcto, y hasta te sabes la canción con los colores en inglés.
-Pero, dijo V, recordando de repente a su hermana pequeña N, cámbiame 2 por otros más pequeños para mi hermana. La pobre sólo usa pijamas heredados de mi, o de nuestra prima. Merece un par de pijamas nuevos.
El hada, sonriendo, cogió 4 pijamas más, un poco más pequeños.
-Aquí tienes, le dijo. Uno de gatitos, que sé que le gustan, otro de corazones, otro de nubes, que me gustan a mi, y este otro de hadas, dijo el hada guiñándole un ojo.
Y entonces regresaron al sueño de V, pero no caminando, si no volando. Porque cuando llevas un pijama del Valle de los pijamas puedes volar hasta los sueños.
Y entonces V despertó, y pensó que sólo había sido un sueño. ¡Qué decepción! Pero entonces miró a un lado de su almohada y vio 4 pijamas dobladitos, uno de estrellas, otro de soles, otro de lunas y uno precioso lleno de arcoíris. Y al otro lado de su almohada encontró cuatro más, un poco más pequeños, uno  de gatitos, otro de corazones, otro de nubes y otro de hadas en pijama, sonrientes y guiñando un ojo.
N, ven, corre, gritó feliz V.


martes, 13 de noviembre de 2012

Cerrado por huelga


Hace mucho, o eso me parece, allá por el 30 de marzo, escribí algo con motivo de la anterior huelga, viendo cómo algunos amigos y conocidos se reían de la huelga, de los perroflautas, y del escaso seguimiento. Presa de la mala hostia preferí escribir esto que insultarles como me pedía el cuerpo. Hace unos meses uno de esos que se reía se fue a la puta calle, viva la reforma laboral. No lo llamaré justicia poética porque es mi amigo. Seguro que ahora la huelga no le parece tan molesta ni causa de mofa.
Ahora más que nunca necesitamos movilizarnos, aunque no creo que con una huelga solucionemos mucho. Ahora más que nunca porque, como dice Isaac Rosa, el mejor motivo para hacer huelga es no poder hacerla. Porque mucha gente no puede prescindir de un día de sueldo, porque mucha gente tiene miedo a las represalias. Por eso mismo hay motivos de sobra.
Dejo el texto que escribí.

Huelga


Estos días he leido comentarios de todo tipo sobre la huelga. Tengo amigos de lo más diverso, eso está claro. A algunos no los entiendo, es más, me cuesta hasta respetar sus opiniones, algunas no las respeto en absoluto. Que alguien no quiera defender sus derechos es su problema, si alguien quiere ejercer su derecho a dejarse dar por culo sin protestar me parece una mala decisión, pero es su decisión, al fin y al cabo. Pero que me intenten insultar (le falta ingenio para ser un insulto) por defender lo que es mío, o que se rían por el "poco" éxito de la convocatoria... De verdad os habeis informado de lo que nos quieren quitar? Os creeis inmunes a todo? Creeis que no seréis jamás despedidos, o que no enfermareis nunca. A partir de la reforma faltar 9 días al trabajo en dos meses por una razón justificada será causa de despido procedente. Y ahora estais pensando que eso sólo lo hacen los vagos. Pero no creo que tenga que explicar que existen enfermedades graves que te obligan a faltar bastante. Y claro, es lógico que estés dándote sesiones de quimio por ejemplo, y tengas que ir a trabajar ese mismo día porque si no te echan, porque no tienes bastante con el cáncer. Y hablo de cáncer por poner un ejemplo, pero podría poner mil, aunque supongo que ese es el más claro.
Nos quitarán muchos más derechos, no os preocupéis, dentro de poco hasta ese que tanto molesta, el de hacer huelga.
Así que sí, soy una perroflauta, una ilusa. Pero cuando estemos todos jodidos, no podré pensar que ni lo intenté. Sé que seguramente no hemos conseguido nada, pero había que intentarlo, asentir y consentir si que no es una solución.
Los que me conoceis bien sabeis que no creo que haya una salida pacífica al callejón en que nos encontramos, pero si antes hay que agotar las vías pacíficas y legales, pues se hace.
Y creo que los piquetes no deberían existir, igual que creo que no deberían ser necesarios días como el de la mujer trabajadora, o el día contra los malos tratos. En un mundo perfecto no tendrían sentido, necesidad. Pero nuestro mundo dista mucho de ser perfecto. Aquí hay cabrones que creen que una mujer es poco más que una propiedad, y en algunas entrevistas de trabajo te preguntan sin pudor si quieres tener hijos, si tienes con quien dejarlos, y hasta (lo juro) qué le parece a tu marido que te reincorpores al mundo laboral. Y tú, que lo mandarías a la mierda, o preguntarías si ya hemos retrocedido tanto que es él el que firmará el contrato, sólo puedes mantener la sonrisa y contestar que no tienes por costumbre preguntarle esas cosas, o, si estás muy desesperada, que le parece genial.
Y por eso, porque este mundo es injusto, es por lo que son necesarios los piquetes (los informativos, eso sí). Y si no eres capaz de verlo es porque no has trabajado en una pequeña o mediana empresa con un jefe-cacique que se pasa tu derecho a huelga por... Yo hoy he podido ejercer mi derecho a huelga porque trabajo en una empresa normal, pero soy consciente de que en otros trabajos que he tenido no hubiese podido ni pensarlo, ni plantearmelo. Es un hecho, y quien ha sufrido un jefe-señor feudal me entenderá. Los que no creen lo que escribo... ni siquiera a vosotros os deseo que lo comprobeis por vosotros mismos. Soy mala, pero no tanto.
Los piquetes de hoy eran una molestia menor, cosa de un solo día. Ya me contareis lo molesto que es sufrir que te recorten tus derechos cada día. Ya me direis cómo le explicareis a vuestros hijos por qué vivimos el Cuéntame en directo sin que vosotros movais un dedo... Ah, bueno, eso sí lo haceis. Moveis los deditos para reiros en facebook de los que ejercen un derecho (por ahora) para defender los vuestros, o para quejaros de los molestos piquetes que no dejan ejercer el derecho al trabajo (dadme 10 minutos para que se me pase el ataque de risa).
Y ahora sí, que la lucha continúe.

Añado este video que me ha mandado la dulce calmA, hoy guerrera. Así me gustas! A luchar. Es inspirador, grandes verdades dichas con una claridad aplastante.

Añado también algo que me trae esperanza.  Mi hija mayor (6 dulces años) me ha sorprendido con esto:

Ha hecho el dibujo y con cinta le ha pegado un bote vacío de lacasitos a modo de palo. Es mi pancarta contra "les retallades" (los recortes), mami, me ha dicho. A lo mejor no todo está perdido.

lunes, 12 de noviembre de 2012

365 días

Un año. 365 días. Nada. Todo. Puede pasar rápido como el aleteo de un colibrí, provocando tempestades en el otro lado del mundo. Puede transcurrir lento como el arrastrarse de un caracol, dejando poco más que un rastro brillante y plateado. El tiempo es relativo. Depende, siempre. De si para ti, de si para mi. De si eres feliz, de si estás jodidamente triste. Y 365 días no son nada si los comparas con 7020, ese número que suena a mantra que repetir cuando el mundo te obliga a dejar de creer en todo, porque aun me recuerda que nada es tan imposible, o sí, tal vez precisamente por eso sí. En un año puedes descubrir cómo no necesitar a alguien, aunque lo eches jodidamente de menos. En un año puedes aprender (aunque suene absurdo a estas alturas) la puta diferencia entre puntual y lineal. Puedes entender que no eres inolvidable. Puedes descubrir que la lluvia interna es siempre infinitamente peor que la externa. Puedes recordar lo mucho que te gusta escribir, cómo ayuda. Puede darte por escribir un blog, o dos, mirándote las pelusas de tu enorme ombligo, verbalizando, convirtiéndote en diana humana. Puedes descubrir la felicidad, esa enorme e inesperada. Puedes darte cuenta de lo doloroso que es perderla. Puedes aprender que a veces la amistad es lo más importante, y que vale la pena ser civilizada y guardarse las ganas de todo por seguir teniéndote en mi vida.  Puedes entender que mejor ser montaña rusa que animalito hibernando, ovillado y ajeno a la vida. Puedes saber que a pesar del dolor valió la pena despertar. Que siempre me quedará un concierto, tu abrazo, los paseos, y tu risa.

Hoy es hoy





Este no será el único post de hoy, seguramente. Porque hoy es hoy. Pero hoy también es hoy. Así que...
Tengo un amigo. A veces me dan ganas de estrangularle, otras de abrazarle. Es cínico, irónico, con un sentido del humor peculiar, y a veces un poco cabrón. Pero también es sensible, mi caballero andante (que no viajante), un poeta.
Y es mi amigo, sí.
Miró donde nadie mira, donde nadie se atreve a observar. Vio mis entrañas, me supo oscura y autodestructiva, terrible, y en lugar de huir, como haría cualquiera, reconstruyo mis miserias y las hizo poema. Me resarció por algo que no era culpa suya, por algo que él no había hecho. Y no importó ser nieve, porque me dio esperanza, y desde entonces sé (con certeza) que aquella parejita folla en algún lugar, lejos de aquel portal vacio.
Hoy mi amigo, ese con el que he compartido vueltas del trabajo y madrugadas de borrachera, aunque viva lejos tirando a lejisimos, hoy cumple años. Pero, como el buen vino, mejora con la edad, aunque me hubiese gustado conocerle un par de años antes, cuando aun creía en quimeras y en imposibles
.



Y por más que a veces no sea divertido, aunque discutamos (coño, que discutimos), da igual. Porque para mi siempre serás ese interludio poético, o el que me empuja cuando flaqueo, el que me hace reflexionar, el que me dice verdades, aunque jodan.
Eres mi amigo, te j... (hoy no te lo diré, porque hoy es hoy).
Me gusta que seas mi amigo. Gracias por estar.
Bueno, amigo, jodido poeta, decadente querido, feliz cumple. Diviértete, sé feliz. Lo mereces.




miércoles, 7 de noviembre de 2012

Pequeños tesoros


Hace unos días, haciendo limpieza de recuerdos (sí, ando de limpieza física y mental, y vacío mi alma aquí, y los cajones en mi casa) encontré una moneda de 10 pesetas. Tengo varias, las conservo como un resquicio de cordura. De repente al mirarla más atentamente, me di cuenta de que la habían retocado. En realidad la habían mejorado bastante, y el rey tenía mucho mejor aspecto. Había guardado un pequeño tesoro, un rey punk, durante años sin saberlo. Imagino a Victor, quien lo retocó (así firmaba en el otro lado de la moneda), trabajando para despues liberar su obra. Este hallazgo me trajo a la memoria una historia que escribí hace tiempo...


  Nunca tuve mucha relación con mis abuelos maternos. Para mi eran gente a la que íbamos a ver a menudo, pero que no mostraban mucho interés por nosotros. No era falta de contacto, era más bien falta de cariño. No creo que fuesen malas personas, es sólo que vivían, pensaban como la gente en los pueblos a principios de siglo. Las hijas eran… las que les iban a cuidar, a servir. Las querían razonablemente, pero como a los hijos varones no, eso jamás.
 Cuando estaba en sexto o séptimo de EGB (qué mayor me siento de repente) me mandaron un trabajo en Sociales (vendría a ser Geografía e Historia). Tenía que hacer un trabajo sobre la guerra civil. ¿Qué haría? No quería buscar en la enciclopedia y copiar el rollo que iban a copiar todos. Eso no me servía, no si quería sacar buena nota, no con aquel profesor. Con él había que hacer algo distinto, más creativo, más trabajado. Pensé en hacer una especie de artículo de periódico, tal vez una entrevista, pero… ¿a quién? ¿a quién conocía que pudiese hablarme de la guerra? Mi abuelo había estado en la guerra, pero hacía poco que había muerto. Mi otro abuelo, pensé de repente. Siempre me habían contado que había estado en la guerra, no combatiendo, pero al fin y al cabo había estado, así que fuese lo que fuese que hizo supuse que me serviría. Me daba un poco de miedo, mi abuelo me producía una mezcla entre respeto y temor, pero por intentarlo… Mi abuelo dijo que sí, que me hablaría sobre la guerra, y le entrevisté. Así descubrí a un ser humano con sentimientos, bastante atormentado, y con una memoria prodigiosa.
Empezó a contarme con fechas concretas cuándo había partido hacia el frente (me relató el viaje en tren con días, comidas concretas, etc). Yo, que soy un desastre para las fechas, para los detalles, le escuchaba fascinada. Le habían llevado para hacer albarcas, una especie de sandalias que llevaban los campesinos, para los soldados republicanos. Mi pueblo había quedado dentro de la zona republicana, pero además mi familia era de izquierdas, republicanos convencidos. Si alguien revisa los archivos de fusilamientos y encarcelamientos de la zona, los apellidos son recurrentes, conocidos, míos. No recuerdo bien qué me contó, ni los detalles. El trabajo me quedó bastante bien, saqué buena nota, y mi profesor decidió (unilateralmente) quedárselo de recuerdo. En aquella época de trabajos a mano, de escasas y caras fotocopiadoras, era mi única copia, y tampoco calibré la importancia real que tenía en mi historia personal, familiar. La cinta donde lo grabé tampoco la conservo, gajes de la edad y de la inmadurez. Lo que si recuerdo es que después de abrirme su memoria y su alma, mi abuelo me contó otra historia, esta vez ayudado por mi abuela.
Me contó que cuando acabó la guerra, cuando regresaron vencidos, los franquistas decidieron requisar todo el dinero republicano. No sé si lo hicieron por minar la poca esperanza que quedaba, o por borrar todo recuerdo de la República, pero lo hicieron. No lo cambiaban por la nueva moneda, creo, simplemente se lo llevaban. Mis abuelos tenían ahorros, y siempre conservaron algo de confianza en que la razón acabaría por imponerse, la legalidad triunfaría, y no querían dar lo poco que tenían ahorrado si existía alguna posibilidad, por ínfima que fuese, de que pudiese volver a tener valor. Así que mi abuela, sin consultar con nadie, sin contárselo ni a mi abuelo, metió parte de los ahorros en un frasco y los enterró una noche en el suelo de la cuadra. Era un riesgo enorme, o así lo seguía viendo ella muchos años después, ya en democracia. Seguía contándolo asustada. Pasaron los años, y la República, lamentablemente, no volvió. Mi abuela olvidó casi por completo aquel frasco con su pequeña fortuna. Muchos años después decidieron añadir la cuadra a la casa, y en las obras descubrieron el bote. Mi abuela lo guardó, y después de contarme aquella historia, me entregó aquellos billetes. Después de aquello nuestra relación volvió al punto donde estábamos antes, sin ninguna muestra de acercamiento, de confianza. Era como si aquel instante de cercanía, de abrirme su memoria y su corazón no hubiesen existido. Pero mi visión de ellos había cambiado para siempre. Nunca fueron los mismos. Tal vez nunca aprendí a amarlos, pero sí los respeté, los respeté mucho.
Esta es la historia de mi pequeño tesoro, mis doscientas ochenta pesetas republicanas. No sé si tienen algún valor real, supongo que no. Pero para mi tienen un valor difícil de explicar. Uno de los pocos recuerdos amables que conservo de ellos, una pequeña concesión. Un tesoro.

Barricada – Suela de alpargata - Acustico 2010
Ismael Serrano – Al Bando Vencido

 Mi llavero, dedicado a Novi. Yo también pertenezco al club de las nostálgicas xP