viernes, 27 de septiembre de 2013

Gente que cambia tu vida sin apenas darse cuenta



Llevo unos días raros. Están siendo duros pero a la vez están siendo extrañamente bellos.
Alguien a quien nunca he abrazado, ni mirado a los ojos viene a rescatarme sin pedir nada a cambio. Y de repente no importa que la justicia gratuita que solicité resultase ser de saldo, porque hay alguien capaz de hacer algo tan importante por mi, de salvarme. María, nunca sabré cómo agradecértelo lo suficiente. Así que decidme que lo que encuentras aquí no es real, que me río a carcajadas.


Llevo unos días también acojonada, sinceramente. El otro día vi a un vecino de mi barrio buscando en el contenedor de la puerta del supermercado. Tiene cuarenta y pocos. Sentada en la puerta estaba una niña de 5 ó 6 años, su hija. Son gente normal, los conozco de verlos transitar por los mismos lugares que yo recorro a diario. Nunca he hablado con él. Pero me dio una tristeza infinita ver los ojos de la niña, observando tranquila a su padre.

Hace unos meses vi a una mujer de unos 50 años, muy bien vestida, con un perro de raza sentado a su lado. Estaban sentados delante de un escaparate, en una tienda cara de mi ciudad. La mujer escondía la cabeza entre las rodillas, y sujetaba en la mano un vaso de café de plástico, mendigando unas monedas que para ella hasta hacía poco seguramente eran nada. Hace poco la vi, sentada en el mismo escaparate, un pañuelo a su lado mostraba las pulseras que estaba haciendo con alambre. Ya no escondía la cara. Adaptarse, supongo, todo es cuestión de adaptarse.


Hace unos días estaba trabajando cerca de un mercado de Valencia. Hace unos años lo rehabilitaron y lo poblaron de cafeterías de precios prohibitivos, donde van los estudiantes de una universidad privada cercana a tomar frappuccinos que cuestan 4,50. Las terrazas están llenas a diario. Me encanta ese mercado, pero desde que lo rehabilitaron (era ya imprescindible) se ha convertido en un lugar al que no me siento cómoda entrando. Todos pasan por mi lado sin verme. ¿Me regalas un minuto? pregunto a un hombre. No tengo, contesta taxativo. Búscate en el bolsillo del tiempo, seguro que tienes alguno que regalarme, le digo. Y me mira como si estuviese loca, viéndome de verdad por primera vez. Creo que antes ni existía en su mundo de prisas.


En una de las aceras se sentó un padre con su hijo. Sacó una caja, y una bolsa llena de papeles. El padre se afanaba doblando papelitos mientras el hijo se tomaba un zumo que le dio una mujer que pasaba con el carro de la compra. Vendían cosas hechas de papel para alimentarse. Me pareció desesperado y tierno. Me quedé un rato observádoles de lejos. El padre trataba con un cariño enorme al niño. Eran gente normal, lo juro, eran como nosotros. Y me dio vértigo y miedo. Pánico. Me vi haciendo ratoncitos. ¿Y quién coño iba a comprar mis ratoncitos de papel? Pánico.
Los nuevos pobres se sienten tan cercanos, tan parecidos,... Asusta. Mucho.

Y encima sigue mi mala racha en el trabajo. Y no, no es cosa de la crisis, soy yo. Soy jodidamente irregular. Tengo días gloriosos en los que convenzo a cualquiera. Tengo días penosos que no consigo ni que me vean. Últimamente me levanto con superpoderes, el de la invisibilidad en concreto, y la gente pasa por mi lado sin percatarse siquiera de que les digo buenos días.


Hace más de un año tuve una racha así. Trabajaba para otra ONG. Un día estaba derrotada, vencida por completo. Me senté en el borde de un macetero, la carpeta en las rodillas. Jeremías se acercó. Trabaja para otra ONG, es el mejor captador que he visto nunca. Había oido hablar de él. Se acercó y me preguntó qué tal me iba. No muy bien, contesté ahogando las lágrimas. Se sentó, habló conmigo, me dio consejos. Durante más o menos una hora se dedicó a rehacerme. Me regaló una pulsera que desde entonces usaba como talismán, de su ONG. La perdí hace poco. Trabajaba un par de días a la semana, me contó, y el resto del tiempo se dedicaba a vivir, a su música. Soy músico, me dijo. El Hombre Viento. Ya he colgado varias veces canciones de él. Sus letras son... Es como escuchar recitar poesía.

Marcó una diferencia, a partir de ese día remonté, me fue muy bien un par de meses seguidos. Convencía a cualquiera. Recordaba a menudo consejos que me había dado, frases concretas. Ojalá las recordase mejor.
Él ni siquiera me recuerda, fue una conversación más. Hoy me lo he cruzado en la calle, le he mirado a los ojos y no, no me recuerda. Da igual, a todos nos ha pasado eso, seguro. Conversaciones que no recordamos, palabras que no fueron nada, gestos sin importancia que marcaron para alguien la diferencia. Como las líneas en la calzada que te pone alguien, como un abrazo largo.

Cuando era pequeña regalé una de mis muñecas a una niña el día de Reyes. No lo recordaría, os lo juro. No fue nada importante. Su abuela dijo que no le había podido pedir nada a los Reyes y yo hice algo diminuto, sin importancia. Lo recuerdo porque cada vez que me encuentro a esa señora me abraza y me lo recuerda.
Gestos sin importancia que para alguien son importantes.


Hoy estaba desesperada, puta mala racha, y he hecho algo terrible. Me he parado en una calle llena de captadores para intentar que me parasen, para ver cómo lo hacían. Pero los captadores no me paran, debo tener pinta de pobre insolidaria, nunca me paran. Al final me he quedado de pie al lado de un grupo de chicos de la misma ONG que ese captador que fue importante. Son los mejores. Uno se ha acercado. No voy a colaborar, le he dicho. Pero él ha hecho todo lo posible para convencerme. Dan ganas de abrazarte, me ha dicho. Me ha hecho reir. Pero no puedo colaborar. Él insistía. Al final ha desistido, y se ha alejado entre frustrado y cabreado, pero disimulando con una broma. Lo peor es que no tendré tu teléfono, me ha dicho. A veces fingen que les interesas, imagino.

Me he quedado sentada en un banco, esperando a mi compañera. Y le veía ahí, le imaginaba preguntándose qué había hecho mal. Joder, no soy capaz de imaginarme cruel, así que le he escrito una nota explicándole que era captadora, que tenía una mala racha y necesitaba ver a alguien convencer, para ver si recuperaba la fe. Me disculpaba. Me he acercado y se la he dado justo cuando llegaba mi compañera. Me daba vergüenza explicárselo mirándole a los ojos. Soy una cobarde. Nos hemos alejado caminando, y de repente nos ha alcanzado corriendo. No te has despedido, me ha dicho. Me ha abrazado y me ha dicho al oido que todo puede cambiar. Y se ha alejado.
Joder. Nunca sabrá lo importante que ha sido hoy ese abrazo. Yo, que nunca abrazo a gente a la que no quiero, con mi pánico al contacto físico con desconocidos. Pero hoy lo necesitaba, sí. Nunca lo sabrá, pero hoy me ha rescatado.




miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ya es luego

Sí, sí, sí, ya está la angustias otra vez. Se me fue la cabeza. Pueril, eso fui.
Ayer tuve un día de mierda, de esos que hacen historia, o no, un puto día más. Y me superó todo. Lo único que se me ocurrió fue cerrar los blogs. Pero coño, es de las pocas cosas que me hacen feliz en días como esos, así que no tiene sentido.
Dejo esto abierto, aunque seguramente en estado de semiabandono. Si veis pelusas os invito a pasar la mopa y el plumero. Necesito tiempo para buscar otro trabajo. No busco más que un trabajo de mierda para el que no tenga que poner dinero de mi bolsillo, uno en el que sepa cuánto voy a cobrar. Un sueldo pequeño pero constante arreglaría muchas cosas.
Y también necesito tiempo con mis enanas, que lo que se avecina va a ser duro.
Necesito centrarme en lo vital, en el camino.
Tenía casi escrito un post sobre los nuevos pobres, pero me da pánico publicarlo, pensarlo. Es demasiado triste.
Si no os cuido en condiciones es por lo mismo. Es lo que más me fastidia. No, me jode, así, sinceramente. Pero la vida real ataca, con meses penosos en el trabajo, abogadas inútiles (aunque tengo a mi séptimo de caballería particular solucionándolo, gracias María!!), familia harta,...
En cuanto todo se encauce os lleno de cariño y atenciones.

Igual no puedo soportarlo y os visito a todas horas. Dadme de hostias, por favor.

Siento el momentazo dramático. Gracias por preocuparos, por hacerme sonreir siempre, por intentar hacerme creer que soy una miope selectiva.







El estado de las cosas by Kortatu on Grooveshark

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sal, gorrillas, vendedores absurdos





Hoy debería haberme cabreado, parecía inevitable. Setenta kilómetros para pedir un papel que se supone que me han mandado o no me han mandado. La realidad es que en los juzgados no tienen ni puta idea. Tendría que mirarlo a mano, papel a papel, me dice la funcionaria por teléfono. Viva la era de la informática. Sólo atienden de 10 a 12, por falta de personal. A las diez y veinte aun no han empezado. Pero...

Pero no me enfado, porque en el camino vivo una de esas experiencias extrañamente simples y felices. Voy conduciendo, escuchando a Héroes del Silencio, "El espíritu del vino" siempre me trae unos recuerdos entre felices y melancólicos. Así que voy conduciendo, y sí, me encanta conducir, al fin, escuchando una música cojonuda, y desconecto casi por completo. Sólo existe mi mente pensando gilipolleces, planeando viajes que me gustaría hacer, que sé que no haré, al menos no como a mi me gustaría. Y sí, me pongo jodidamente triste, pero a la vez una extraña paz me invade. Es eso, me encanta conducir así, invadida por la música, libre para soñar.

Además he obtenido una extraña victoria en mi lucha particular.
Mientras él llena la casa de piedras extrañas, me hace amarres que no me amarrarán, e invade los cajones con papeles, con fotos de las enanas con cruces, yo empiezo a estar hasta las narices. No creo en esas cosas, pero a la vez me fastidia y me da bastante mal rollo. 
Tengo un bote de sal gruesa en la ducha, para mezclar con aceite y exfoliarme. Prefiero la sal al azúcar. Y de repente descubro que siente pánico por ese bote. La sal le aterra, debe pensar que me ha dado por combatir la gilipollez con más gilipollez. Que lo piense. A ver si así se deja de piedras y cruces.

Y luego la puta calle. Trabajar en calle tiene algo extraño. Si te gusta observar, puedes ver los engranajes de un submundo que casi nadie parece ver. Y cuando superas la nausea tiene algo de bello.
Gorrillas peleándose a gritos.
Una señora que vende rosarios a 15 euros. Madera de olivo de Jerusalén, dice, joder, a ese precio puede ser del huerto de los olivos bíblico. Se pone en la puerta de un hospital y dice que son para proteger la salud. Marketing puro y duro.
El vendedor de cupones que me gruñe cada vez que considera que me meto en su parcela de venta. A este no lo conozco demasiado. Al que vende por las mañanas le regalo cajas de papel que él conserva meses, y me saluda con una mano en el corazón mientras me manda besos.
El que recoge las colillas, en su eterno vaivén por la acera.
Gente aparentemente normal que pasea sin rumbo, que transitan una y otra vez la misma acera, buscando tal vez su destino.
Gente con prisas, cadáveres que aun no saben que lo son, que murieron hace tiempo víctimas del tiempo.
La competencia, los nuevos feroces; los antiguos ya nos conocemos, sabemos que mañana podemos estar del mismo lado. Nos saludamos, nos quejamos, nos despedimos cordiales, deseándonos una suerte que casi nunca llega.
Gente que llora.
La mujer de luto. Grita al teléfono al psiquiatra de su hija. Se tiró por el balcón, mientras ella trataba de sujetarla en el último instante. No pudo con su peso y la vio caer, y de repente no se me ocurre nada peor en el mundo. Su hermana trata de acallarla, pero es imposible, el dolor se le escapa por la garganta. Nunca se recuperará, y lo peor es que ella lo sabe.
El médico chiflado más cuerdo que he conocido, que me da consejos para encontrar otro trabajo. Ya te has rendido, me dice, lo veo en tus ojos. Sí, es la puta desesperanza. A veces debería rendirme antes. Hay batallas que nunca ganaré. Viajes que no haré(mos).
La de no sé que iglesia que me dio por imposible, ahora que he perdido la fe en casi todo, y simplemente me saluda con una sonrisa. Creo que no está acostumbrada a que sean amables con ella.
Los que dicen no con la mano levantada, la palma hacia ti, en el gesto más demoledor que existe en este trabajo. Yo hoy estoy harta. Esta puta mala racha no acaba, y en agosto tuve que poner dinero para conservar el trabajo. Muchos gastos, pocas ventas. Esa mano, digo mirándolo fijamente, y me mira con ojos de odio y vergüenza. No estamos acostumbrados a cierto nivel de sinceridad. Un amigo dice que lo único que hago es ser sincera con lo que siento más allá de los límites socialmente aceptados. Tal vez. Yo creo que soy kamikaze. Poco más. Camino por la autopista de la vida en sentido contrario.

Uno de los gorrillas se ha acercado y le ha comprado una cruz a la mujer. Joder. Alguien que pide en la calle tiene más poder adquisitivo que yo. ¿Cuánto ganará alguien que aparca coches y da bastante miedo? Sí, más que yo. Esto no te lo advierten cuando eliges facultad. A mi me iban a pillar de nuevo...

Tumbas De Sal (2012 - Remaster) by Héroes Del Silencio on Grooveshark Bendecida 2 by Heroes del Silencio on Grooveshark

domingo, 15 de septiembre de 2013

El vértigo


 Una buena noticia al fin. Y me dan ganas de saltar, y me tiemblan las rodillas. Llevo tanto tiempo esperando, tanto tiempo deseando este final que casi acaricio. Y no, no es el final, seguramente sólo es el principio, y si se empeña conseguirá alargar lo inevitable eternamente, supongo. Pero es extraño ver moverse tus pies al fin. Me imagino en una de esas pesadillas en las que tus pies se funden con el suelo y es imposible moverte ni un milímetro. Ahora mis pies se despegan lentamente del asfalto, que derretido aun trata de retenerme, adherido a la suela de mis zapatos, estirándose blando y oscuro. Pero me muevo y casi no me lo creo. Un pasito, un puto pasito más, pero es el que me acerca a la puerta. Y eso ya es mucho.
Una llamada inesperada, una cita, papeleo, el principio del fin.
Y ahora es cuando el pánico me invade, cuando las polillas se instalan en mi garganta y su aleteo me impide respirar. Ahora es cuando lo que vendrá empieza a aterrarme, cuando el miedo se hace tangible. Me mira con sus ojos verdes y me grita que no podré, que no seré capaz. Pero mira, miedo cabrón, imagen del espejo, tú no me conoces. Estoy aterrada, sí. Pero no cuentas con lo cabezota que soy. Yo a ti te pateo el culo. Yo a ti te venzo.
Y ahora es cuando me da por pensar que debería haber esperado a ser autosuficiente, a tener un trabajo más seguro. Pero sé que no podría haberlo soportado. Me conozco demasiado bien. Estaban llegando las mariposas negras, esas que me persiguen para desgarrar mi carne en las pesadillas. Cuando no quiero seguir escucho su aleteo. Si esto no acaba pronto lo inundarán todo, y no sabré cómo ahuyentarlas. En estos últimos meses la desolación, la desesperanza han invadido mi vida. Empiezo a ser otra, oscura y triste. Mi entereza se hacía trizas. Así que no, esperar no era una opción. Me lo repito para recordarlo, porque el vértigo a veces no me deja pensar.


Ahora me dejo de senderos y me centro en el camino. No hay elección. Los senderos se alejan. Y allí, a lo lejos, al final del camino, veo un agujero en el muro, un sitio por el que escapar.
Y sí, me gustaría tener un hombro que se pegase al mio y no me dejase caer, qué coño, a veces me siento muy sola. Pero no caeré. Ahora no. Ahora me juego demasiado. Ahora no.
Ahora que las hojas se empeñan en que llegue el otoño, que hasta las plantas artificiales pierden sus hojas, que encuentro señales en colgantes, plumas perfectas, ahora que ya no espero nada, que el amor me parece comida para gatos, mientras mi corazón lo devoran los perros, ahora que ya no creo en nada, ahora recibo esa llamada y no puedo dejar de sonreir. Y de temblar.
En mi cumpleaños me regalé una cerveza negra, y me prometí que la tomaría cuando todo acabe. Joder, qué ganas de tomarla. Joder, qué miedo a la resaca.
Ahora me dispongo a saltar al abismo. Sólo espero que mis alas recuerden cómo volar, que aun sostengan mi peso. Espero que la escarcha no las haya dañado demasiado. Sólo espero que mis alas remendadas me permitan alzar el vuelo. 






viernes, 6 de septiembre de 2013

Mis cuentos son basura



Hoy iba caminando, contándole a mi (todavía) cuñada cómo está todo. Es todo absurdo, mi vida es absurda, le decía. Y ella sonreía triste. No digas eso, absurda, absurda no será...
Y de repente he visto mi letra sobre la acera, tirada. Me he agachado a coger el papel, lo he observado y lo he metido al bolso. Ella me ha mirado. ¿Qué haces?, ha preguntado.
Absurdo, ¿no te lo he dicho? Eso era un cuento que le escribí a V., para dormirla. Cuando invento alguno y le gusta mucho después lo escribo, para recordarlo.
Y ella me mira, no entiende, y de repente cae en la cuenta. Será gilipollas... Y yo río, me da un ataque de risa, de lo absurdo que es todo, de la tristeza, de mi vida.
Que revuelva mis papeles cuando no estoy, que lea, que ponga programas espía en el ordenador, que intercepte el correo, ... Pero que tire un cuento, un puto cuento infantil que escribí para mi hija... Un cuento. Será malo. Será mediocre. Pero convertirlo en basura...
No sabes, pequeño imbécil cruel, gilipollas sin corazón, que mi blog me guarda los cuentos, a salvo de ti. A salvo de todo. Por si algún día quieren leerlos.

Mi cuento tirado.


Idiota by La Fuga on Grooveshark

Pd: No, no es un post para dar pena, ni para que me recordeis que estoy en esta situación porque aguanto, etc. Es para canalizar la rabia, para que la tristeza sea más tolerable, para ... Eso.
¿Cómo puede alguien no conocer en absoluto a alguien con quien ha compartido 20 años? ¿Cómo?
Mira, así me he decidido a ponerles etiqueta (Cuento), para tenerlos localizados, y contárselos cuando me de la gana.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Verano extraño

Aviso queridos amigos: Este es uno de esos post moñas y de puro relleno. He vuelto a la realidad, y del paraíso he traido muchas fotos. Seré esa amiga pesada que se empeña en joderos enseñándoos sus vacaciones. ¡¡Y además las comentaré!! Yo huiría. Allá vosotros.


  01- Ocupen su localidad - Hoy puede ser un gran día (Sabina y Serrat) by Sabina & Serrat on Grooveshark

 He vuelto a la vida, a esa que sigue en el puto standby. Este verano ha sido extraño. He estado triste, jodidamente triste a ratos. Porque la vida no se soluciona, porque el camino es una mierda, y para no afrontarlo y hundirme me pierdo en senderos en los que las piedras ya se han encariñado conmigo a base de tropezar con ellas una y otra vez. No he nacido para que nadie me quiera. Hay que asumirlo. Lo asumo y sigo adelante.
Pero a ratos la tristeza me atrapa, hacía mucho que no estaba así de triste. Y mi paraíso a ratos no ayuda, pueblo pequeño como es. No, qué coño, ni eso, aldea. Aldea en la que comentar es obligación y los cotilleos sobre las vidas ajenas son casi tan obligatorios como las procesiones nocturnas. Y mi vida da para especulaciones y cotilleos. Y a ratos jode.
Y mientras la tristeza atenaza, a ratos me olvido de cuánto me divierto, de lo feliz que soy a veces.
El otro día hablando con un amigo que me lee por donde quiera que escriba, él me fue (sutilmente) haciendo recordar grandes momentos de este verano, fogonazos de felicidad sobre los que he escrito. Y, coño, tiene razón, ha sido un verano cojonudo, por lo menos a ratos. Y con eso ya me sobra. Fue como aquel blog que tuvimos, en que buscábamos algo bueno que nos hubiese pasado cada día, por pequeño que fuese.

Este verano he subido a un toro mecánico. Aguanté como una jabata mientras los niños me aplaudían y me gritaban que aguantase. Cuando al final caí, me ayudaron entre todos a bajar de la colchoneta y me decían que era una campeona. Mi hija sonreía orgullosa mientras me abrazaba.
Y subí a un tobogán hinchable a rescatar a mi hija, y luego muchas veces más por pura diversión (el de los hinchables me adora por lo del toro mecánico, creo, no hay nada como sonreir). Me quemé el codo izquierdo por el roce de la primera caída, pero fue muy divertido lanzarme con mis enanas, escucharlas reir.

Este verano mi hija ha descubierto que su canción preferida es “El perro verde”, de Marea. Y que eso sea así con 4 años me devuelve la fe en el mundo. Escucharla tararear la primera vez que me la pidió, mientras yo me hacía la tonta para que siguiese canturreando, incrédula y fascinada, fue muy divertido. Y si quiero que se duerma le pongo “Golfa” de Extremoduro y cuando está acabando la canción es como si la desconectaran.


He paseado hasta el puente, a oscuras, escuchando las ranas, los autillos, los grillos.
He buscado moras y encontrado arañas gigantes. He visto más luciérnagas que en años. Y lo curioso es que empezaba con dos o tres enanas (mis hijas y mi sobrina) y acababa con la mitad de los niños del pueblo buscando luciérnagas en mitad de la noche, o buscando caracoles, o mirando salamandras. Móntate una ludoteca o algo, me dijo uno de los padres. Vale, así os cobro, contesté muerta de la risa. A ratos eran demasiados niños, eso es cierto. Pero a ratos me he divertido mucho.


Hemos descubierto que los caracoles franceses nos están invadiendo, enormes y llamativos.
Mi hija le ha cogido el gusto a la bici, y paseamos juntas. Las dos patinan y yo muero de envidia. Nunca aprendí a patinar, y nunca llega para los patines. Puede que sea mejor, así no me mato, torpe por naturaleza como soy.


He enseñado a nadar (vale, por ahora bucea y sale a respirar, pero se defiende) a mi hija pequeña, igual que enseñé a mi hija mayor. Ahora hacemos el muerto las tres juntas en la piscina helada.
He bailado con mi hija sobre los pies, he cantado cocinando, tendiendo, mientras hago monederos con mis vaqueros viejos.


Empecé descongelando una nevera prejurásica y acabé montando una guerra de bolas de nieve en agosto.


Diluvió y mi monzón interno llovió tanto como hacía años no lo hacía, pero fui capaz de volver a reir con una llamada de teléfono, y con la risa de mis hijas.


Atardecí en la feria, muerta de la risa con mi hermana, viendo a mis hijas y mi sobrina en los coches de choque, en las camas elásticas.


Sí, recuerdos, fotos, risas. Hablad, queridos vecinos. Esa a la que los niños paseaban en bici era yo. Un verano cojonudo, sí, aunque sea a ratos.

  El Perro Verde by Marea on Grooveshark Golfa by Extremoduro on Grooveshark