miércoles, 27 de febrero de 2013

Dos post, para ver la realidad completa


Huele a sopa de sobre. Hay fincas nuevas que huelen a vacio y a comida precocinada, recalentada. Mucho más que a comida de verdad. El tiempo, ese pequeño cabrón, que golpea inexorable.
No hay tiempo para nada. Puertas de madera que no es madera, al menos no la que aparenta ser. Extintores, felpudos que se creen girasoles, pasillos recien vitrificados, con un brillo insultante (me deslizo de puntillas). Distribuciones absurdas, pasillos interminables, timbres, pomos, mirillas, timbres, pomos, mirillas.
Prórroga del contrato de formación, por inútil. Pero si he cumplido objetivos de sobra. Sí, pero este mes no los cumplirás. Pero si este mes empezó a facturar ayer... Nada, nada, peor es que te echen. ¿Seguro?
Pomos, mirillas, timbres. La tristeza no podrá conmigo, me repito intentando salir del coche. No puedes. Sí puedo. Ellos dicen que no. ¿Y tú qué? ¿a darles la razón sin intentarlo? Eres gilipollas. Sí, casi todo el tiempo.
Sopa de sobre. Puta sopa de sobre. Huele a hospital.
Respiro, bajo del coche. Sigo. Se va a rendir su puta madre.

Hasta aquí llega el post que había escrito. En mi otro blog publiqué algo distinto, y mi único lector opina que debo enseñarlo. Me da miedo sonar lastimera, exagerada, quejica. Pero lo publicaré. Es todo cierto, todo. Paso entre una hora y dos por las mañanas en la selva (oficina para los amigos). Este es mi otro post.



Otro día glorioso en la oficina. Hoy estaban especialmente “graciosos”. El tiburón jubilado saca unas tarjetas de las que dejan en los coches de los locales de putas. Me las enseña y me dice que a partir de ahora van a exigir que las asesoras sean así. Mira, mira. Yo aguanto el tipo. Anda que unas tías acostumbradas a ganar dinero van a venir aquí a ganar una miseria, digo. Me mira de arriba abajo (joder, qué ganas de ducharme para limpiarme esa mirada asquerosa) y me dice tranquilamente: “mira que podrías estar ganando un montón de dinero tú, eh?”. Arg. Puaj. Qué asco. Sigo currando, haciendo como que no existe. A mi este no me intimida. Mira, mira, dice, esta se parece a Nuria. Y me pone la tarjeta delante de la cara. Sólo se le ve el culo y las piernas. A ver, date la vuelta que compare. Me siento. Sigo buscando fichas. Cagüentó. Qué ganas de cercenar pollas flácidas e inútiles, coño, pero necesitaría unas pinzas o algo para agarrarlas, yo eso no lo toco ni de coña. No se da por aludido con mi cara de entre mala hostia y asco, y sigue contándome que hay un inspector de otra oficina que tiene un listado de mujeres que están dispuestas a cubrir los impagos de los recibos con especies. Cuando tiene ganas va a cobrarles, dice con una sonrisa. Son casi todas ecuatorianas, dice. Bueno, para un apaño, pero habiendo españolas, sigue. AY.
Si quieres descubrir lo hijo de puta que es el ser humano sólo tienes que ir a una oficina donde vendan seguros. Nunca tantos hijos de mil putas estuvieron juntos. Lo malo es que se esconden detrás del traje, de la corbata. Parecen personas normales, incluso honorables. No son ni siquiera seres humanos. No lo son.
Aquí no hay que ser ni demasiado listo ni demasiado tonto, me dice otro. ¿A ti te sirve de algo ser tan lista? No, ni lo soy, ni me sirve.
Llego a zona y me cuesta reunir fuerzas para salir del puto coche e ir a tocar puertas. Me han prolongado el puto contrato de formación, aun habiendo cumplido objetivos. No voy a ser capaz de llegar a los de marzo, dicen. No, no lo seré.

lunes, 25 de febrero de 2013

Nunca llama


Noto cómo huye de mi. La veo alejarse, su vestido verde aguamarina se le pega un poco al cuerpo por el viento. Es bella, siempre lo fue, pero es una niña caprichosa y esquiva que sólo me visita de vez en cuando para marcharse al primer atisbo de contratiempo. No le gustan mis costuras que se deshacen, los pespuntes que se descosen. Son rugosos, dice, desagradables al tacto. Además, por los descosidos se ven tus entrañas. ¿No te das cuenta de lo nauseabundas que son? me dice mientras sonríe con un pequeño gesto de asco.
Nunca llama, nunca. La espera, noches enteras queriendo encontrar un motivo, alguna razón. Pero ella, displicente y esquiva, nunca llama. No quiere que le mienta que estoy bien, dice. Se te nota todo en los ojos. Tienes esos putos ojos tristes, ¿no lo ves? Siempre los tuviste, aun cuando caminaba de tu mano y te besaba.
Estoy harta de tu tristeza, de ese vaivén, de tu maldita cobardía que te impide huir conmigo, me dice. ¿De qué sirve que venga, que charlemos o nos tomemos juntas un café? Tú no me quieres, me dice. Se da media vuelta y se aleja, tal vez esta vez para siempre.
Y entonces llegan ellas, esas que siempre aprovechan su ausencia para intentar algo conmigo. Esas. Tristeza, Desilusión, Desesperanza.
Ay, Esperanza, nunca llamas. Siempre me dejas sola.



No os preocupeis, no me he roto. Es el efecto secundario de huir, de respirar y ser feliz, de disfrutar con mis enanas en mi lugar en el mundo. Luego regreso y la esperanza, esa pequeña puta, huye despavorida al volver al hastío, a la rutina, a la mala compañía. Pero me recupero rápido.
Los almendros en flor me llenaron con su fugaz belleza. Ojalá tuviese un almendro.


All hope is gone - Slipknot

miércoles, 20 de febrero de 2013

Gnomos, un baul y una princesa... Cuento para j.


j. me mandó a sus gnomos en los comentarios del último post como comienzo de un cuento. Me pareció un buen inicio, precioso. Así que grabé el cuento. Espero que disculpeis los titubeos, las correcciones. Lo he grabado según lo inventaba, como cuando los invento para mis hijas. Es pear todos, pero se lo dedico a j. porque él lo inició.
También espero que perdoneis mi voz moñas. Es la de contar cuentos. Y el sonido, la he grabado en el descanso del almuerzo con el móvil viejo, que el mio está de vacaciones en el servicio técnico.

Cuento parte 1
Cuento parte 2



martes, 19 de febrero de 2013

Lluvia, baules, insomnio




Llueve. No, no llueve, gotea, esa no-lluvia molesta con pretensiones. Asúmelo, nunca serás lluvia.
La calle se llena de paraguas innecesarios. Aquí nunca llueve. Los paraguas luchan por salir a pasear, tozudos.
Hoy no me gusta que llueva. Hoy estoy jodidamente  triste. Y no, no es que no vea la belleza, que la veo en cada pequeño detalle, o que no aprecie lo que tengo, que nadie imagina cómo aprecio mis pequeños tesoros.
Pero estoy jodidamente triste, y siento la necesidad de justificarme, aunque sé que no debería, porque a veces me pongo triste sin motivo, porque ese día los problemas han desayunado más que yo y andan crecidos, o porque las cosas giran dentro de mi cabeza a mayor velocidad de la habitual, describiendo círculos tan amplios que golpean las paredes de mi cráneo.
Entonces, yo, la yo risueña, esa que parece alegre y despreocupada, se hunde ante una pregunta incómoda, y tiene que huir al baño a morderse los labios para que la tristeza no desborde. Pero me reconstruyo pronto, y a los cinco minutos  he conseguido recolocarme la máscara y reir de nuevo, mientras el dueño de la pregunta me mira. Creo que hay un poco de ternura al fondo de esos ojos. No volverá a suceder, me dice, cómo se me habrá ocurrido. Y yo sonrío.  Debajo de ese hombre bromista, que me piropea hasta límites intolerables, que a veces roza lo inapropiado, hay un hombre bueno. Hasta hoy no lo había visto. Supongo que todos escondemos algo, allí, al fondo del fondo del baul, ese que no dejamos que nadie curiosee nunca. Hoy yo he visto el fondo de su baul, y era de madera noble. Me temo que él ha visto el fondo del mio.
Mi baul, ese que escondo, esconde a la niña asustada, a la tímida, a la que llora cuando se emociona, a esa un poco caprichosa y malcriada. La escondo detrás de la zorra impasible que aparento ser. La vida parece más fácil si no eres vulnerable. 


Que siga el espectáculo.
Ayer escribía mi decadente preferido que deberiamos hacer el día del invitado, conseguir que alguien que nos conoce en el mundo real escribiese sobre cómo nos ve. Nos sorprenderiamos, dijo él. Algunos de los que nos conocen si nos leyesen aquí sí se sorprenderían. Otros no. Hay gente que nos conoce de una forma que resulta hasta incómoda, de una forma total. Un día en medio de mi “vida feliz” hace un par de años, me derrumbé y me puse a llorar como una niña indefensa. Mi hermana me miró a los ojos y me dijo “coño, si que has tardado en reaccionar, a ver si ahora vuelves a ser tú”. Nada, ni una explicación, ni una duda. Por eso la quiero tanto. Siempre nos podemos reir de las cosas no felices juntas. Eso, eso es lo que nos mantiene enteras.
No, hoy no es un día alegre. Hoy es un día de mierda. Las mariposas se acercan, las puedo escuchar. Oigo su aleteo, sus pequeñas garras afilándose, su probóscide de acero preparada para acuchillar mi piel. Hoy han vuelto las polillas a mi garganta. Hoy sólo faltan las arañas. Si me escuchais reir desesperada es que han vuelto las arañas y las escolopendras.
Ojalá pudiese dormir. Cuento las cucharas para saber si he dormido algo, si ha sido una buena noche, pero casi nunca lo son, y los paseos por el pasillo, y el techo agrietado de tanto mirarlo me sonríen con sorna. Si algún día consigo dormir 8 horas seguidas moriré, creo, de falta de costumbre. 




viernes, 15 de febrero de 2013

Cuento para dormir a V




V  llevaba siempre un tren en el bolsillo derecho. En el izquierdo guardaba piedras, plumas, hojas de árboles que regalar, pequeños tesoros.
Cuando V quería ir a algún lugar, sacaba el increíble tren de bolsillo y decía: “tren, trenecito, te he sacado del bolsillo”. En ese instante se escuchaba un “chucuchut” y el ruido metálico de engranajes poniéndose en movimiento. Y en un parpadeo el tren crecía hasta tener el tamaño de un tren normal.
Era morado y tenía una chimenea cilíndrica amarilla en la locomotora. Cuando entrabas a los vagones podías ver los asientos de cuero rojo, y un suelo negro brillante.
V se acomodaba en un asiento y su madre a su lado. Se reclinaban y de debajo salían unos reposapiés comodísimos. Del techo podían bajar pantallas, para ver películas si el paisaje era aburrido. Pero casi nunca lo era.
Si hacía frío en el tren se encendía la calefacción, porque a veces viajaban a lugares gélidos.
V decía por ejemplo: “quiero ir a la montaña”, y el tren dejaba atrás la ciudad, cruzaba campos, caminos paralelos a carreteras donde los coches se empeñaban en luchar contra el tiempo. Cruzaba un río diminuto flanqueado por chopos de hojas amarillentas, siempre a punto de caer, y por álamos blancos con hojas de haz verde oscuro brillante y  envés blanco piloso. Si soplaba el viento eran a veces verdes, a veces blancos, así que desde lejos parecía que emitían destellos intermitentes a la más leve brisa.
Llegaban a un bosque de hayas, porque eran los que más le gustaban a la madre de V. Mira V, mira cómo juega el viento con las hojas, mira cuántos colores. Y era otoño, porque en los hayedos siempre debería ser otoño. Mira esa seta, mira los líquenes que cuelgan de las ramas de los árboles… Entonces mamá le contaba la historia de amor entre un hongo y un alga, cómo se ayudaban mutuamente y soportaban juntos las adversidades, como uno sólo, como un líquen. A V le gustaban las cladonias, y a mami los que parecían largas barbas.
Creo que aquí viven hadas de los bosques y gnomos, mami. Y entonces mami le cantaba “soy un gnomo, y aquí en el bosque soy feliz”, mientras V sonreía, porque mami era un poco payasa.
Pasaban por valles, ascendían montañas, y al final llegaban a la cumbre de una montaña altísima.  Mamá, saca la cesta mientras yo saco el mantel, decía V. ¿Qué quieres comer V? Espaguetis con queso y escalope, contestaba V. Y siempre acertaba, porque de aquella cesta sólo salía lo que ella deseaba.
El postre lo decido yo, decía mami, y sacaba un pastel de chocolate con lacasitos y ositos de gominola por encima, y hasta alguna nube.
Comían risueñas, y cuando acababan, mami guardaba todo en la cesta e iban a pasear.
Mira esa ardilla, cómo come piñas; mira esa oruga trepando por aquel tallo, mira, mira, mira,… Siempre había tesoros esperando a ser descubiertos por dos exploradoras.
Mira, mami, ahí hay nieve. ¡Vamos a hacer un muñeco de nieve!
Y sí, había nieve, porque las montañas a las que viajaban siempre estaban nevadas.
He traido una zanahoria para la nariz, y botones para los ojos y la boca, decía mami. ¡Tiene una sonrisa abotonada!
¿Y le has traido guantes y bufanda? preguntaba V, no quiero que pase frío.
Claro, V, y un gorro.
¡Bien! Haz bolas mami, voy a buscar unas ramitas para los brazos.
Y de la nada aparecía un muñeco de nieve que les sonreía agradecido.
Después, agotadas pero felices. subían al tren, se recostaban en sus asientos y volvían a cruzar bosques, valles, ríos,…
Mira, V, ya es de noche, podemos ver las estrellas. ¿Brillan sonriendo a Marina, mami? Claro mi vida, y a ti, te sonríen a ti, ¿no las ves? Fíjate bien. ¡Sí, sí, esa me ha sonreído! Claro, princesa, claro. Mira, hay luna llena. Así, V, así, cierra los ojos, duerme, mañana volveremos a viajar.

jueves, 14 de febrero de 2013

Lo que me rescata

Hoy es un post sencillo. Esto es lo que me rescata, lo que me ata al mundo. Momento moñas total.

Estoy tumbada en la cama con N, que quería dormirse, así que me acariciaba el lóbulo de la oreja. V se acopla, hazme un hueco mami. Y empieza a acariciarme el cuello. Sabes que tienes el cuello muy suave mami? Te quiero mi vida, contesto. Y yo a ti. Yo también te quiero mucho mamitita, no se quiere quedar atrás N.
Ibuprofeno y paracetamol, dice la doctora. Que sí, que sí, pero esto sí sana. Me van a quitar los virus a golpe de besos y achuchones. No hay mejor medicina.

Risa (si eres capaz de no sonreir escuchando esa risa no tienes corazón, estás muerto).

martes, 12 de febrero de 2013

Teoría versus práctica

En teoría soy tenaz, persistente. En la práctica me desanimo y dejo morir las cosas de abandono, como mucho soy cabezota y obsesiva.
En teoría soy fuerte. En la práctica no aguanto nada.
En teoría soy inteligente. En la práctica soy bastante estúpida, necia.
En teoría soy tierna. En la práctica soy pesada.
En teoría tengo cultura. En la práctica soy una inculta, olvido datos, nombres, me falta tanto por leer, por saber... Por más que aprenda siempre me queda mucho más que no sé, que aun no he aprendido. De hecho cuanto más sé más dudas tengo.
En teoría no estoy mal. En la práctica soy un ser lleno de complejos, de imperfecciones.
En teoría soy muy lógica. En la práctica más absurda no se puede ser.
En teoría soy madura. En la práctica soy una dependiente emocional insegura y acomplejada.
En teoría soy valiosa. En la práctica no valgo nada.
En teoría tengo todo lo que hace falta para ser buena comercial. En la práctica soy una inútil.
Me contratan por la teoría, porque hago las entrevistas de puta madre, porque los cursos y pruebas se me dan bien. Soy buena estudiando. Pero en la práctica soy nula, mala, inútil. Un puto fraude, eso soy. Un puto fraude. Un poco de tiempo y surge Nuria, la de verdad, el gran desastre. Mierda de días.

Something in the way - Nirvana
A murder of one - Counting Crows

viernes, 8 de febrero de 2013

¿Cuántas vidas caben en un instante?


He recordado de repente aquella película de Gwyneth Paltrow, "Dos vidas en un instante" (siempre luciéndonos con la traducción ...de Sliding doors a eso...). Cuenta la historia de una chica que tiene un día jodido, la despiden. Luego la historia se bifurca: una Helen pierde el metro, y cuando llega a su casa la amante de su pareja ya se ha marchado. La otra Helen llega por los pelos al metro y pilla a su novio en la cama con otra.
A veces es imposible no caer en la cuenta de cómo dependemos de meras casualidades.
He recordado la película porque sin querer he marcado un número de teléfono que no debía marcar. Y de repente mi imaginación ha volado (él no lo ha cogido, aunque sí ha devuelto la llamada), y me ha llevado a pensar en cómo cambia nuestra vida por un acto que no creemos trascendental, por algo sin importancia.
Hace un año y medio (un poco más), en una de las noches más tristes de mi vida, acosté a mis enanas y pensé irme a dormir. Pero coño, no podía. No me apetecía dormir sola tanta tristeza. Cada vez que cerraba los ojos volvía al tanatorio, al cementerio, al teatro de gente desconocida que lo siente de forma mucho más ostentosa de lo que tú puedas expresar. No, dormir no era una opción. Me puse vino, encendí el portátil y me armé de paciencia, porque mi conexión era penosa. Y empecé a buscar avispas en la red, porque necesitaba saber que él tenía razón, que la última conversación que mantuve con él antes de ataques, ambulancias y hospitales tenía sentido. Y encontré en lugar de avispas un poema bello, y a él. 19 años sin vernos y me lo encuentro por casualidad en una noche de mierda. No había olvidado nuestros paseos, nuestras charlas, la amistad. Suponía que él sí. Pero esa noche estaba tan triste que le mandé uno de los correos más absurdos que se han escrito jamás. Pero él es él, y contestó como si mi correo hubiese sido lógico y coherente. Y cambió mi vida. Descubrí que otra vida es posible (vale, quizás no para mi, pero saberlo ya era mucho), que te podían amar de otro modo. Despertar. Despertar y ser consciente de cómo son las cosas, que eres una simple observadora de tu propia vida.
Las casualidades lo son casi todo. Entrar por casualidad a un blog, y de ahí a otro, y quedarte para siempre, y descubrir a un amigo, de esos que luego cuando intuyen que estás jodida se preocupan (aunque jamás lo reconozcan), y te llaman para reir contigo. O acabar en un blog lleno de agua, de una persona que odia la lluvia, pero que es capaz de cantar nanas en letras e imágenes. O conocer a alguien a quien no conoces que se dedica a ponerte marcas en la calzada, para que no te pierdas, o a aquel que te da los buenos días y te manda besos y todo mejora, sólo por eso. O alguien que me comenta siempre, por duro que sea el tema.
Casualmente conoces a tus amigos. Casualmente entras un día en un bar a tomar un café y coincides con alguien que será importante.
Mi compañero de trabajo guasapeó a su mejor amigo, pero se había equivocado al poner el móvil en el último número. Ahora guasapea con una gaditana. La vida es rara. La vida juega con nosotros a las cartas, pero estoy segura de que nos hace trampas.

¿Y si no hubiese entrado a buscar avispas? ¿Hubiese llegado a este punto? ¿Y si aquel día no hubiese decidido que necesitaba compartir mis fotos y no me hubiese abierto un blog? ¿Y si...?
Saber que todo es casualidad, que todo es básicamente aleatorio... Me desasosiega y calma a partes iguales.
¿Y tú? ¿Y si...?



Un corto muy chulo.

martes, 5 de febrero de 2013

Subir, bajar, tocar




Casas deshabitadas, timbres que no suenan, cerraduras arrancadas, suenan las campanas de la iglesia, a lo lejos (demasiado alegre, no tocan a muertos, creo).
Ojos en las mirillas, pasillos que dan miedo, perros ladrando, luces que se apagan, escaleras, ascensores, buenos días, portazos, timbres con melodías absurdas, otros que resuenan como diapasones, sostenidos en el tiempo.
Subir, bajar, tocar, subir, bajar, tocar.
Pasos, ¿quién va?, mirillas con chinchetas, plantas, trastos, mesas, ventanucos, humedades, luz. Puertas sin número que despistan, felpudos, felpudos, felpudos.
Subir, bajar, tocar.
“Hola”, “¡no! no quiero nada”, “si aun no he hablado”, “ya, pero no quiero nada”.
Abuelos con soledades por compartir, charla, historias, escuchar…




Cartones de limpieza, no me tires, no me escondas (no dicen "sucio cabrón de mierda", pero lo piensan). Polvo, interruptores que se caen, aspiradoras, reformas, vacío.
Ventanas abiertas, ventanas cerradas. No, no, no quiero nada. Yo sí, yo quiero ser feliz. Usted está loca, señorita. Ojalá.
Perros que intentan copular con mi pierna, mientras la dueña sigue hablando amistosa (aunque no tanto como su can, por supuesto).
Disculpa, salía. Perdona, se me quema la comida. ¿Con vosotros? Con vosotros no quiero nada.
Felpudo, foto, felpudo, foto. ¿Qué haces haciendo fotos? Un vicio, señora, uno como otro cualquiera. Como el suyo de observar por la mirilla sin abrir, callo yo.
Ataque de risa, parar, respirar, tocar, subir, bajar, tocar.
¿Quieres un café, bonica? Hablar, escuchar, sonreir, escuchar, empatizar, entender.
Perdona, ¿te he despertado? ¿Tú qué crees? Joder, qué molesta soy, yo me cerraría de un portazo. No, qué coño, ni me abriría.
Una póliza, una póliza, una póliza.
Yo si te puedo levantar una póliza te la levantaré, dice escondiendo su aspecto de ave de rapiña tras el nudo de la corbata. Tu puta madre, por lo menos eres sincero, cabrón, pero sincero.




Subir, bajar, escuchar, esperar, esperar, esperar.
Agujeros en lugar de mirilla, ojo de repente, susto, joder, susto. Respirar, respirar, ataque de risa nerviosa, respirar, seguir,…


Los 7 enanitos - La Polla
El blues de lo que pasa en mi escalera - Sabina
The man who sold the world - Nirvana