Observo a los padres, perplejos, cansados, como si hubieran envejecido una década de golpe. Carla, la madre, me mira inquisitiva.
Realmente no puedo contarles demasiado. Me siento culpable pero quiero
proteger a Natalia. Les digo que la conocí hace un par de días cuando salía de
una discoteca, fue en la calle donde empezamos a hablar y luego fuimos
directamente a mi casa. Solo hablamos de banalidades, no me dijo ni donde
vivía, a que se dedicaba, nada de su vida actual. Lo de ir a Valencia fue idea
suya y quería complacerla. El domingo desapareció mientras dormía. Les enseño
el mensaje que recibí de Peter. Uno de los policías coge el móvil y empieza a
manipularlo. Hace una llamada. Le salta el contestador.
Mario: Yo también he intentado contactar varías
veces pero siempre está apagado, ¿sabéis quién es ese Peter?
Policía: Hemos averiguado hace poco que Ana estuvo
viviendo siete meses con él en Londres. Al parecer contactó con ella a través
de internet, en unos foros de temática un tanto… inquietante. Cuando se fue de
casa se llevó sólo su portátil y una maleta con ropa, da la impresión de que
fue algo impulsivo. Él es una persona peligrosa, con antecedentes psiquiátricos
y problemas familiares muy serios. Tiene una denuncia por malos tratos de su
anterior pareja, que se retiró cuando el juicio ya estaba a punto de
celebrarse. También está en paradero desconocido. Dejó su trabajo sin dar
ningún aviso y lleva un mes sin aparecer por su domicilio. No sabíamos nada de
Ana desde marzo hasta que apareciste con ella en Valencia.
Entra en la sala otro policía, al parecer mientras estaba aquí han
tomado declaración a alguno de mis vecinos. Todos confirman mi versión. De
todas formas me mira de forma extraña, supongo que alguno de ellos han añadidos
detalles desagradables sobre mis hábitos de vida.
Los dos policías me miran con gesto adusto pero me dejan irme. Me
despido de los padres en la salida de la comisaría. Emilio me da una tarjeta
con su número.
Mario: No se preocupe, sí recuerdo algo más o se
vuelve a poner en contacto conmigo les avisaré inmediatamente.
Me dirijo directamente a casa de Natalia. Atravieso como una tromba su
salón.
Mario: No me jodas Natalia, te he protegido ante la
policía, me están amenazando. Lo mínimo es que me cuentes que sucede.
Me mira con una mezcla de preocupación y cansancio. Me conoce, sabe que
no es momento de discutir, nos sentamos en su habitación y empieza a hablar.
Natalia: A principios de abril estaba en mi turno en
el hospital en el ala de psiquiatría cuando llegó de madrugada una chica
inconsciente a urgencias. Se había tomado un bote de pastillas. Le hicieron un
lavado de estomago y la salvaron de milagro. La habían traído en un taxi y ella
no llevaba su documentación. No teníamos ni siquiera un número de contacto.
Cuando despertó me llamaron para que tuviera una pequeña charla con ella. Pero
ella lo negaba todo, decía que simplemente tenía problemas para dormir y que se
había pasado con la dosis. Nada premeditado. No quería que llamásemos a nadie,
solo quería irse. Le contesté que en una situación así debíamos de contactar
con algún familiar. Entonces se puso histérica, se arrancó el gotero y se lanzó
a mi cara. Me araño, estaba completamente fuera de sí. No pude controlarme,
llevaba haciendo guardias dobles toda la semana y le di un bofetón. Te juro que
me arrepentí inmediatamente. Pero lo peor fue su reacción. Tenías que haberla
visto. Fue como en una de nuestras sesiones. Se tumbó en el suelo de cuclillas,
los brazos extendidos a los costados y empezó como en una lenta letanía: “Perdona mi Amo, perdona mi Amo, perdona mi
Amo” Estaba horrorizada. La incorporé e intenté meterla de nuevo en la
cama. Se desmayo en mis brazos. Me sentí tan culpable que me quedé a su lado
hasta que volvió a despertar.
Estuvo un par de días más en el hospital. Le pregunté cuando le dieron
el alta si tenía algún lugar al que ir. Me respondió que no y le ofrecí mi casa
hasta que encontrara un trabajo o quisiera volver con su familia. La tenías que
haber visto, Ana apenas sonreía, pero cuando lo hacía iluminaba toda la
habitación.
Estuvo conmigo un par de semanas. No hablamos mucho. Pero si conseguí
que me contase lo que le había sucedido. Ella siempre había tenido curiosidad
por el BDSM y a principios del año pasado conoció a un chico a través de un
foro que vivía en Londres.
Mario: Peter…
Natalia: Sí, eso es. Peter es, básicamente, un psicópata.
Estoy segura de que Ana no ha sido su primera victima. Con la excusa de
ayudarles a entrar en este mundo capta a chicas jóvenes con problemas, familia
disfuncionales, poca experiencia a través de foros, chats y redes sociales.
Luego las va convenciendo de que la única manera real de vivirlo es un 24/7 y
mudarse con él. Allí las aísla poco a poco y machaca sutilmente su autoestima
hasta que consigue que dependan de él por completo. Después de eso empieza con
las vejaciones, malos tratos, roles de esclavitud y todo lo demás. Ni sano ni
consensuado. Ya he conocido alguno así.
No te voy a contar los detalles sórdidos. Tiene casi cincuenta años y
lleva media vida medicado. Ana acabó un par de veces en el hospital. Pero no se
atrevía a abandonarle, la había amenazado de muerte, la decía que si le dejaba
enviaría a sus padres todos los desagradables vídeos sexuales que había grabado
de ella. Me insinuó incluso que la había violado.
Mario: Joder, toda esta historia apesta. Tenemos que
ir a la policía y contarles todo esto. Ese tío es peligroso.
Natalia: Hay muchos claroscuros, en todo esto, cosas
que Ana no me contó. No sé como escapó. Que sucedió exactamente. El jueves
cuando volví a casa estaba muy asustada. Había visto a Peter en el portal. Solo
era capaz de repetir: “Es él, es él, es
él”
Mario: Y fue esa noche cuando me llamaste.
Natalia: Sí, la obligué a salir a la calle. No había
nadie. Pedimos un taxi y le di tu dirección. Yo me quedé allí. Ningún coche
salió detrás de ella.
Llaman al móvil. Es Emilio. Miro a Natalia. Quizás saben algo nuevo de
Ana.
Emilio: (su voz
suena apagada) Hola… Han encontrado a Peter hace una hora.
Mario: Perfecto. Él es la causa de todo esto. Ahora
Ana aparecerá…
Emilio: (pausa)
Esta muerto.
Mario: ¡¿Muerto?! ¡¿Pero cómo ha sucedido, un
accidente?!
Emilio: No ha sido un accidente. Lo han asesinado. (pausa) Hay más. Lleva muerto varios días, es imposible que fuera él quien te
envió ese mensaje el domingo. Ahora te llamará la policía. Ve de nuevo a la
comisaría. Es posible que necesites protección.
Fin capítulo 14.
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